Un barrio marginal de Bombay es el escenario en el que transcurre esta inicialmente entrañable historia de dos hermanos que tienen un sueño inalcanzable para su situación socio-económica actual. A pesar de las notables actuaciones -particularmente las infantiles-, está tan cargada de sentimentalismos y dramatismos musicales que solo logra serpentear lánguidamente hacia un esperable happy-ending en el que todos los valores y principios morales que se venían vendiendo desde el comienzo de la película se desmoronan de manera estrepitosa, a la vez que deja sin resolver varias de las intrahistorias.
Los últimos minutos eran para inmortalizar el momento: en la pantalla, los niños riéndose con miradas de complicidad; en la sala, mi cara de asombro mientras pensaba "no me lo puedo creer", al escuchar el incomprensible aplauso casi generalizada del resto de asistentes.