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España España · Zaragoza
Voto de Nanofilis:
8
Drama Un matrimonio con tres hijos vive en una mansión en las afueras de una ciudad. Los chicos, que nunca han salido de casa, son educados según los métodos que sus padres juzgan más apropiados y sin recibir ninguna influencia del exterior. Creen que los aviones son juguetes o que el mar es un tipo de silla forrada de cuero. La única persona que puede entrar en la casa es Christine, guardia de seguridad en la fábrica del padre. (FILMAFFINITY) [+]
30 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dos consejos, pues: no se la pierda, y ojo a quién se la recomienda" afirma la crítica del ABC, y no puedo estar más de acuerdo.

La película no es en absoluto entretenida: no hay acción, los planos se eternizan, la estética es feísta, la trama apenas se desarrolla y las líneas de diálogo bien podrían caber en unas pocas páginas de libreto. ¿Cómo logra Yorgos Lanthimos para que permanezcamos sentados a lo largo de la hora y media que dura la proyección de esta tan poco atrayente (en apariencia) película? Mediante uno de los mejores usos del desasosiego que haya visto en ninguna película. Una difusa y a la vez penetrante turbación se une a nosotros y nos acompañará hasta el final del metraje (¿sólo hasta el final?) susurrándonos: ¿Qué sucede en esa casa de los horrores? ¿Qué hecho fatídico ha podido desencadenar semejante barbarie en un entorno tan civilizado? ¿Cómo es posible un caos tan controlado? Y nos lo preguntamos como los espectadores que somos, pasivos ante la película.

Pero Lanthimos no se conforma con eso, nos quiere activos (inquisidores y anticipadores). Mediante nuestra mirada deformamos su aparente cotidianidad para ver el horror que no perciben y que deberían sentir: insatisfacción en sus sonrisas, perturbación en sus gestos. Holocausto de la personalidad en las caricias y lametones. Permanecemos atentos, escépticos, fascinados, repelidos, y en una meditación viscosa que logra que sigamos contemplando el transcurso del film mientras que vamos reflexionando sobre las ideas que se nos presentan.

Y todo esto rompiendo con la linealidad, fragmentando la acción dejando únicamente al espectador retazos de su día a día, las cápsulas temporales suficientes para que reconstruyamos ese indefinido y probablemente infinito estilo de vida propio de mundos felices pero modificado para la ocasión. Aquí no se censura, no se obliga, ni siquiera se seduce. Aquí se estudia, controla y juega con el poder. Ese es el quid de la película: el poder, su uso, su abuso, su potencia reaccionaria o revolucionaria.

Pero no creo que sea una película de tesis. Tampoco creo que el porqué o el para qué se lo importante. Canino es el presente continuo en el que estamos, un in media res perpetuo. Esta es la situación, ¿ahora qué? Hay una propuesta y a nosotros nos toca realizar la lectura oportuna, más feliz o menos, pero no creo que, a pesar de lo variopintas que puedan resultar algunas, no puedan ser legítimas. Nos ofrece un espacio abierto, de nosotros depende el camino a recorrer. Por eso Canino a pesar de no ser una película especialmente entretenida es tan revisitable. Porque tiene tantas lecturas como espectadores, porque deja poso en el espectador y porque abre líneas de debate de sumo interés.
Nanofilis
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