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Polonia Polonia · Galitzia
Voto de Valkiria:
9
Drama Elisabeth (Liv Ullmann), una célebre actriz de teatro, es hospitalizada tras perder la voz durante una representación de "Electra". Después de ser sometida a una serie de pruebas, el diagnóstico es bueno. Sin embargo, como sigue sin hablar, debe permanecer en la clínica. Alma (Bibi Andersson), la enfermera encargada de cuidarla, intenta romper su mutismo hablándole sin parar. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2009
50 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Estéticamente ni Bergman ni su director de fotografía, Nykvist merecen reproche alguno.
- Las localizaciones (psiquiátrico y playa), se incorporan a la trama como un personaje más.
- El dueto interpretativo, a muerte, entre sus dos musas es de quilates.
- El guión narrativo funciona a base de planos detalle; primeros planos en la morgue; primerísimos planos (las dos actrices), fundidos a negro, espectrales planos secuencia en los que Ullman se aparece en las ensoñaciones de Andersson y ese espectacular travelling, en la playa, cuando una corre detrás de la otra.
- Los diálogos (corrijo, monólogos de la enfermera Alma) alcanzan el clímax (nunca mejor dicho) cuando ésta narra el episodio orgiástico de la playa.

Por estas y muchas otras razones, “Persona” es la película con la que Bergman creyó haber llegado al límite de sus posibilidades. Si es cierto que el peso de su obra maestra recae sobre sus dos actrices protagonistas, también lo es que la intervención clave entra en la película con el monólogo que la doctora le dirige a la silente actriz, Elizabet Vogler (Ullmann): “Puedes quedarte en silencio. Por lo menos así no mentirás. Así no tendrás ni que desempeñar roles, ni poner caras, ni falsos gestos”.

Elizabet se impone no volver a pronunciar palabra desde que una noche interpreta sobre el escenario a Electra. Quizás prorrumpa en una carcajada en esa ocasión al percatarse de que su hijo, en etapa pregenital, experimente eso que Freud y escuela, describieron como complejo de Edipo. El absurdo que supone que una madre, Electra en el teatro, rehuya de su hijo no deseado y en fase edípica (un niño acaricia el rostro de Ullmann y Andersson al comienzo de la película) es razón suficiente para desternillarse de la risa y no volver a pronunciar palabra = falsedad.

Finalmente, la revelación de Elizabet, por medio de una carta que a la postre desatará la ira de Alma (su enfermera), sintetiza en apenas un renglón el sinsentido vital de quien “se queja de que sus conceptos de la vida no concuerden con sus acciones”.

Absurdo y falsedad. Tabúes sexuales. Maternidad no deseada. Abortos. Rechazo al hijo. Y a las palabras, que no expresan sino conformidad con la vida segura (seguramente falsa) que exige Alma para sí, pero con la que la discrepa, en el fondo y sin quererlo, al encontrarse con la horma de su zapato: Elizabet. Volvemos a la disección que la doctora hace de la personalidad de la actriz al principio... “¿Crées que no lo entiendo? Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca”.

Por fuerza (a hostiazo limpio), Alma y sus convencionalismos sociales se imponen sobre Elizabet. Pero la razón y coherencia le asisten a Elizabet, que se sabe ganadora en esta guerra con la enfermera a la que acaba por succionar, literalmente, la sangre y la persona.
Valkiria
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