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Polonia Polonia · Galitzia
Voto de Valkiria:
8
Drama En 1948, tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuatro jueces, cómplices de la política nazi de esterilización y limpieza étnica, van a ser juzgados en Nuremberg. Sobre Dan Haywood (Spencer Tracy), un juez norteamericano retirado, recae la importante responsabilidad de presidir este juicio contra los crímenes de guerra nazis. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2008
22 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que ya sabíamos lo que había ocurrido en Nuremberg.
Pero me flipó la actuación de Burt Lancaster. De su actitud taciturna durante dos horillas largas a su pronunciamiento final sí, ocurren un montón de cosas y se sucede un juicio intenso y brillante. La sentencia o lo que Burt Lancaster reclama para sí, en un minuto, hace de ese minuto la joya de la corona en esta película.

Quizás peca de contener ruido. Y bastante. Y Spencer Tracy se pasa un poco sobrecogiéndonos a todos con sus primeros planos del buen hombre superado por el horror. Casi duele más su expresión que las imágenes explícitas que por cierto, sobraban.

Por otro lado destaco los estruendosos gritos del abogado germano (que al dejarlo argumentar en versión orginal, en alemán, enfatiza el doble y por tanto acojona en la misma proporción). Entre él, contrapunto al letrado americano hay un abismo percibo, que Kramer quiere atribuir a las diferencias irreconciliables que son resultado de la idiosincrasia de cada uno: mala argumentación. El derecho nació en Roma y las convenciones de Ginebra ya estaban escritas. No hay lugar para ese irreconciliable posicionamiento. Richard Widmark es un chuzas y, creo que lo diría mejor una madre irlandesa hablándole a su hija: “no con un hombre que no beba; los que no beben no son de fiar”. Esa es la distancia que separa al ebrio Widmark del austero Schell. Del primero puedes fiarte. Es un ser humano al fin y al cabo que siente y padece, luego bebe; pero no del segundo, de temperamento gélido y extremadamente calculador, capaz de precintar sus sentimientos y claro, abstemio.

Los secundarios son prodigiosos especialmente Clift y Garland, de quienes por muchas razones se adivina que están atravesando (en la vida real) el peor momento personal por sus taras, adiciones y demás: y eso se refleja, increíblemente en sus interpretaciones.

Dietrich, con su elegancia, su gloria derrumbada dignifica la Alemania vencida.

Y a lo que iba desde el principio: Burt Lancaster interpreta al gran juez alemán, ahora en el banquillo, acusado de perpetrar atrocidades. No abre la boca y desde el primer momento sabes que dará la campanada. Antes o después. Y sí, la da cuando no, no es que no reconozca la jurisprudencia del tribunal militar. Lo que no admite es clemencia porque sabe que ha cometido el peor de los delitos (el de conciencia) y de que nada sirve un tribunal para dirimir esa batalla interior que arrastrará de por vida. Así de simple. Todo bajo los atónitos ojos de Tracy interpretando al sentido común.

Alguien comentaba por ahí que Burt Lancaster se arrepiente. No. Es un hombre justo que aplica la ley tal y como está escrita en el contexto en el que le toca sentenciar aberraciones sin que exista posibilidad alguna de recurrir a la objección de conciencia. Por eso su conciencia queda mancillada.

No le pongo un 10 y no sé decir porqué. No existirá la perfección, supongo. 9’8.
Valkiria
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