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España España · Barcelona
Voto de Ochentero:
8
Comedia Amadeo es un mediocre empleado de banca que nunca alcanzará ese tranquilo nivel económico con el que todo el mundo sueña. Tampoco Fermín tiene muy seguro su futuro. Cobra el paro y hace chapuzas vendiendo libros y haciendo contratos de entierros pagados a plazos. Por distintas razones llegan a la conclusión de que el bingo puede llegar a ser la solución de sus males, y ambos personajes se conocen en la cola de entradas a un local del ... [+]
15 de octubre de 2019
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo nací en el año 81. Me alegro de ello, porque puedo decir que viví aquella época, aquel cruce de caminos entre un país con un sistema político en el que unas beatonas de derechas nos decían lo que era moral e inmoral, a un sistema en el que las beatonas ya no son de derechas y no van vestidas de negro y llevan la cruz de Cristo sino que son de izquierdas y van con piercings y media cabeza rapada.

En medio, encontramos durante finales de los 70 y gran parte de los 80 un oasis de libertad, de autentica libertad.

¿Sabéis lo que es libertad? Comerse un trozo de pizza grasienta y aceitosa sin remordimiento y sin que nadie te lo recrimine. Comerse este trozo y dejar que el de al lado también se lo coma tranquilo. Eso es la libertad. Los Bingueros son ese trozo de pizza insano que sabe tan bien y que es tan inadecuado, tan indecente, como placentero.

En la actualidad no habría sitio para Los Bingueros, porque no hay la libertad que disfrutaron nuestros padres en aquella época. Hoy, las miradas acusadoras, los comentarios recriminándote el trozo de Pizza, lo perjudical para tu salud, lo gordo que te vas a poner... Es una nueva inquisición, la de lo políticamente correcto, que coarta la libertad.

Es irónico, porque Los Bingueros formaron parte de la transgresión de la época con respecto a lo anterior, y a dia de hoy suponen una nueva transgresión con el pensamiento actual.

Miren a los protagonistas de esta película. Fumando un cigarrillo. Bebiéndose un vaso de licor. Mirando o disfrutando a una chica atractiva. Y por cierto: Una chica disfrutando de un hombre sin remordimientos. ¿O ustedes han visto a las chicas llorando mientras bajaban las escaleras desnudas? Ellas bajan a buscarlos con sus hermosos cuerpos en cueros. ¡Ah, la libertad!

Y podemos pensar que el ambiente es casposo. Pero son hombres y mujeres, no niñatos. Con pelo en pecho, felpudos y tetas grandes. Con americana y zapatos. Con vestidos y tacones. ¿Alguien se ha planteado alguna vez lo realmente casposo que es ver a un tio hecho y derecho vestido de adolescente?

Estas ideas, que podrían parecer para algunos retrogradas, son en realidad transgresoras, y la transgresión nunca es retrograda, porque rompe los esquemas mentales creados, nos ayuda a avanzar y ponernos en duda a nosotros mismos. No hay nada más progresista que eso. Burlarse de lo que todo el mundo se burla, sonarse con la bandera, mofarse del Rey, imitar a Rajoy... esta tan asimilado como normal que no supone ninguna ruptura psicológica. Y por cierto, en el humor de esta película no se insulta a nadie, cosa imposible de pensar a día de hoy.

Recuerdo a mis padres y a la mayoría de adultos muy felices sintiéndose adultos en aquella época. Charlando una noche entre semana entre tabaco y copas de lo que les apeteciese, relajados y riendo a carcajadas mientras en la tele daban el 1, 2, 3 o programas como La Clave, donde se debatía sobre temas delicados argumentándolos sin gritarse ni interrumpirse.

En fin, esto es una apología del tabaco o de la pizza. De lo injusto de la denominación “casposo”, pues creo que eran buenas comedias, fieles representaciones de un tiempo que considero mejores que los actuales.
Ochentero
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