Nick Naylor está contento con su trabajo, representar al lobby tabaquero en Washington. Es capaz de dar la vuelta a casi cualquier tipo de pulso o debate en que interviene; tener razón sólo requiere de una buena argumentación, dice a su impresionable vástago. Porque este anticristo, además de labia tiene amigos, ex-mujer, y un hijo que espera se sienta orgulloso de él, y no sólo Naylor es quien se sirve de recursos teatrales y/o manipuladores: grupos de presión, senadores convenientemente concienciados, ejecutivos tabaqueros, cinematográficos... todos seguirán en su provecho criterios más o menos absurdos, ilógicos para una persona que disponga de un mínimo de sentido común. A pesar de la creciente previsibilidad de la sátira estadounidense moderna, bastante más domesticada que en tiempos de Network.. y a falta de perfilar verdaderos personajes, el hijo de Ivan Reitman acierta al relacionar la cada vez más abrumadora corrección política con una dimensión moral camino de la extinción, así como manteniendo un tono ligero, carente de énfasis o solemnidades innecesarias. Para los que no reconocían últimamente al bueno de Aaron Eckhart, una nueva oportunidad de disfrutar (poco) de Maria Bello, y un debut que muestra cierta promesa, en principio.