Hay pocos directores que puedan hacer que las imágenes hablen sin palabras, y menos en un género tan poco dado a las innovaciones, a pesar de que lo que se esté relatando sea una novedad en sí mismo. Scorsese puede hacerlo, y más si habla de Dylan, sobre todo en esa época tan convulsa que fueron los 60. En ese momento parecía que todo valía, sin embargo a un cantautor de Minnesota quisieron cortarle las alas. Y no pudieron.
Llena de documentos históricos y conversaciones con otros artistas de la época, como Joan Baez o el poeta beat Ginsberg, Scorsese consigue separar todo lo externo para centrarte en unas gafas de sol con un poeta detrás. Dylan consiguió demostrar su maestría en esos años, pero sin duda ahora le toca al aclamado director estadounidense demostrar la suya. Y el resultado es magnífico.