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Voto de Sabino (Diari Menorca):
10
Comedia. Aventuras Gustave H. (Ralph Fiennes), un legendario conserje de un famoso hotel europeo de entreguerras, entabla amistad con Zero Moustafa (Tony Revolori), un joven empleado al que convierte en su protegido. La historia trata sobre el robo y la recuperación de una pintura renacentista de valor incalculable y sobre la batalla que enfrenta a los miembros de una familia por una inmensa fortuna. Como telón de fondo, los levantamientos que ... [+]
27 de mayo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
(+) ¿Es posible destacar algo en esta impecable obra maestra? Cada plano es un regalo en esta alegoría de la imaginación…
(-) Que pueda verse en la interpretación de Fiennes un manierismo o una caricaturización que no son…
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Un país europeo tan exótico que no existe, un sinfín de personajes estrambóticos, la irrupción del nazismo en clave de fábula, los sempiternos planos frontales… ‘El Gran Hotel Budapest’ (2014) aglutina los elementos más reconocibles del cine preciosista e imaginativo de Wes Anderson y se antoja como el cénit artístico y conceptual del genial autor texano… Una hermosa comedia coral, clásica, vertiginosa y ligera como las de antes que, sin duda, ya es uno de los títulos del año…
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Tras dos películas particularmente emotivas y evocadoras como son ‘Fantástic Mr. Fox’ (2009) y ‘Moonrise Kingdom’ (2012), ambas excentricidades con una particular perspectiva de lo artesanal, lo melancólico y lo infantil, el cineasta Wes Anderson parece haber querido elevar la apuesta de su particular y ensimismado universo de la extravagancia… En ‘El Gran Hotel Budapest’ (2014) se palpa más que nunca ese lúdico regreso al pasado, a la mirada limpia y preciosa de la inocencia, a ese momento en el que el cine te impregna, te contagia su precioso veneno y te retuerce el alma para siempre; para ello, también habita una especial fascinación reivindicativa por el ‘storyteller’, el clásico cuentacuentos, la figura que resucita Anderson en su homenaje confeso a Stefan Zweig, un escritor austríaco cuya prosa ficcional quedó maldita bajo la losa del fascismo y sorda por el estruendo de las dos grandes guerras, y que decidió quitarse de en medio cuando vio dónde había ido a parar su preciada Europa, suicidándose en el exilio brasileño… Anderson, tan dandy de la delicadeza y la impostura como cronista de una forma de entender al artista…
En el exuberante cónclave europeo que es el falso reino de Zubrowka -imposible no acordarse de la Freedonia de los Hermanos Marx en ‘Sopa de Ganso’ (‘Duck Soup’, Leo McCarey, 1933)- puede observarse con nitidez la evidente fascinación del director por el glamour cosmopolita de la Europa de entre guerras, representado en el cine por Ernst Lubitsch, la ‘Casablanca’ de Michael Curtiz (1942) o el Alfred Hitchcock en su etapa inglesa… A Anderson le gusta recrear un tipo de cine que ya no existe, el de la economía formal, el de la precisión en la puesta en escena, el de la exposición impoluta y brillante de situaciones y personajes; ‘El Gran Hotel Budapest’ es pura anacronía impostada, posmodernidad retroactiva de una nostalgia fresca y lúcida, como ese hotel sesentero casi vacío, de insultante y feísta funcionalidad decorativa, cuyos pintorescos fantasmas que lo pueblan deciden retroceder a los esplendorosos años en los que tan majestuoso parador estaba gobernado por el inefable Monsieur Gustave (portentoso Ralph Fiennes) y su escudero Zero Moustafa (la revelación Tony Revolori), que encarna esa adolescencia plena de altivez, inocencia y chispa que, a su vez, representa al cine de Anderson… Una historia se introduce en otra y como en un juego de muñecas rusas (evocado a su vez con la alternancia de formatos panorámicos), el ‘storyteller’ teje su particular ensoñación de pastelitos rosas…
Los encuadres frontales y cenitales, la actitud de ‘slapstick’ permanente en sus personajes, la infinidad de texturas y cromatismos, el entrañable uso de las maquetas, el gusto por el detalle, la brillante música de Alexandre Desplat, la complicidad de un reparto estelar que se divierte (habituales y no tan habituales como Adrien Brody, Tom Wilkinson, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Edward Norton, F. Murray Abraham, Jude Law y un largo largo etcétera)… Wes Anderson no solo ha formalizado su particular estilo visual y ha consagrado su autoría (más allá de esa eterna condición indie de ‘auteur’ pop), sino que ha habilitado definitivamente su espacio de reflexión hacia la fascinación por lo pretérito, no como una parábola deconstructiva (al estilo Tarantino) o como un homenaje abierto a sus referencias clásicas, sino como una reinterpretación efusiva y afortunadamente ingenua de la cultura y la historia… Antes de que todo fuera tan tecnológico, tan digital y tan fácil (y tan aburrido, of course) de exponer en una pantalla de cine, desde un lugar perdido en las montañas de la memoria llamado ‘El Gran Hotel Budapest’, Anderson nos recuerda cómo era eso de imaginar…
Sabino (Diari Menorca)
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