“LA PARADOJA DE ANTARES” no sólo es una de las mejores películas dramáticas realizadas en España en los últimos años, sino que también es -que yo recuerde- la primera producción de ciencia-ficción “dura” rodada en nuestro país y con un resultado sobresaliente. Y ello pese a contar con un presupuesto mínimo, un set de rodaje de apenas 15 metros cuadrados y casi una única protagonista, pero poco importa eso cuando tienes detrás de la cámara a alguien que sabe muy bien lo que quiere, Luis Tinoco, que también es el creador de un guion casi perfecto, y a una actriz en estado de gracia (Andrea Trepat). El resto del elenco también hace un muy buen trabajo, en especial Jaume de Sans (el padre) y Aleida Torrent (la hermana), aunque sólo los veamos en videoconferencias y a otros actores sólo los escuchemos en conversaciones telefónicas. Y no podemos dejar de mencionar al youtuber y divulgador científico José Luis Crespo, cuyo canal Quantum Fracture suma millones de seguidores, que sale en los minutos iniciales de la película entrevistando a Alexandra.

Luis Tinoco, veterano supervisor de VF/X (es decir, de efectos visuales, habiendo trabajado en superproducciones como “Interstellar”) y director de cortometrajes (en uno de ellos, “Caronte”, de 2017, ya conjugaba hábilmente drama y ciencia-ficción) nos regala una ópera prima soberbia, toda una declaración de amor a la ciencia, pero también una advertencia de los sacrificios personales que puede suponer llevar esa búsqueda del conocimiento al extremo. Alexandra se debate durante hora y media de película entre su vocación, que pocos comprenden (incluso sus colegas astrofísicos, que no creen mucho en eso del SETI), y su humanidad, entre darlo todo por un Primer Contacto que puede cambiar la historia de la humanidad o estar junto a su padre moribundo en sus últimos instantes. Y Tinoco consigue que los espectadores hagan suya esa disyuntiva vital gracias al maravilloso trabajo de Andrea Trepat y a un guion en el que se nota el trabajo de documentación pero que huye del efectismo y la sensiblería y que Trepat hace suyo desde el minuto uno. Finalmente, no puedo dejar de mencionar la estupenda banda sonora, obra de Arnau Bataller (también responsable musical en el premiado “Caronte”), que destaca los momentos más emotivos de la película con maestría.

Ojalá se hicieran en España más películas como esta. De momento, puede disfrutarse en servicios de streaming como Amazon Video y se la recomiendo a todos los que les gusten las buenas historias bien contadas y que sientan atracción por la ciencia, ya como profesión, ya como afición. Pero no se la recomiendo a terraplanistas, magufos varios y cuñaos de barra de bar porque no les va a gustar.