Quisiera decir primero, que todas las polémicas que ha causado Joker están justificadas y se agradece.

Joker no es una película fácil de digerir, es un golpe sumamente grande a las personas que vivimos en la sociedad actual. Es una película políticamente incorrecta donde se traza una delicada línea sobre la cordura y la locura, sobre un héroe y un villano. La película expone unos hechos y deja que tomemos consciencia sobre nosotros mismos para juzgarla bajo nuestro punto de vista. Joker no es simplemente una caída al abismo de una persona que de por sí está perturbada, ocurren una serie de acontecimientos en su vida que le hacen perder el juicio en una progresión de estallidos. Estallidos que se deben a causa de las carencias que tiene la sociedad occidental.

La película funciona en diferentes niveles, como un golpe en nuestras consciencias, como película políticamente incorrecta, como crítica social. Todo ello bajo una magistral interpretación de Joaquin Phoenix que realiza el mayor papel de su vida incluso después de ser Cómodo (Gladiator) y Theodore (Her). Joker es un retrato de la sociedad actual que intenta criticar aquellas cosas que ésta trata de imponernos. Estamos hartos de que el mundo nos diga que está bien y que está mal, que valores son correctos y que valores son incorrectos, que es gracioso y que no es gracioso, Todd Phillips ha creado una película para despertar consciencias y se eleva como una apisonadora contra todo aquello que nos tratan de imponer.

Son dos horas espléndidas de la evolución de Arthur Fleck en un ser caótico. Un drama necesario, tremendo, brutal, complejo. Que no glorifica al personaje, que lo deja a nuestro albedrío. Que no juzga, nos expone. No indica, muestra. No impone, plasma.

Una obra maestra que ha demostrado merecerse el león de oro al mejor film en el festival de Venecia.