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Seychelles Seychelles · Vigo
Voto de Duque:
4
Comedia En una casa aislada y próxima a las vías del tren vive la señora Wilberforce, una venerable anciana que alquila dos habitaciones al misterioso profesor Marcus y a los cuatro miembros de su siniestra banda de música. (FILMAFFINITY)
29 de julio de 2010
29 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esa tarde estaba en mi salón disfrutando de la compañía de mis cuatro queridísimas amigas del internado. Hablábamos del nuevo vestido de nuestra reina Isabel la Segunda, cuando una de ellas, la inquieta Sylvia, nos propuso ir al cine. Bien sé que las salas de proyecciones no son lugar para que cinco jovencitas de familias respetables empleen su tiempo libre viendo alguna película donde un hombre muestre su torso desnudo, como está muy de moda ahora en Hollywood. Al principio nos mostramos algo reticentes, pero Sylvia seguía insistiendo, así que al final aceptamos de mala gana. ¡Esta Sylvia! Qué equivocadas estábamos con respecto al filme. No se trataba de una de esas vulgares epopeyas de América, sino de una respetable comedia inglesa, ¡protagonizada por el mismísimo Alec Guiness! ¡Ingrid y Olivia casi se desmayan cuando lo vieron en el cartel! Logramos guardar nuestras formas hasta que al fin pudimos sentarnos en las butacas, siendo objeto de miradas de desaprobación por parte de algunos caballeros. ¡Qué vergüenza pasé! Menos mal que la penumbra de la sala nos proporcionó cierto anonimato y pudimos deshinibirnos un poco mientras no comenzaba la proyección. ¡Era tan emocionante acudir al cine sin la compañía de padres o tutores!

Fue increíble. Tan pronto comenzó la película, toda la sala estalló en carcajadas. Mina incluso empezó a patalear el asiento de enfrente (afortunadamente desocupado) fuera de sí en el momento en el que la anciana se acerca al carrito de un bebé y asusta a la criaturita. ¡Dios santo, qué vergonzoso! Incluso yo comencé a reír como una posesa. A mitad de la película ya no notaba las mandíbulas de tanto batirlas. No me había dolido tanto la barriga desde el día en que el circo italiano de los payasos visitó Londres. Los delincuentes, más que criminales, eran unos bufones. ¡Sólo les faltaba lanzarse tartas a la cara! Y la ancianita... ¡Pobre mujer! Qué malos ratos pasó. Menos mal que esos tunantes no eran tan listos como creían. ¡Y los momentos de tensión! ¡Ay! El corazón casi se me sale del pecho. Como el día en que pasé al lado del hijo de los Peterson, Anthony, y me saludó. ¡Qué bien plantado y qué educado! Se me subieron los colores a la cara.

¡Qué espectáculo! Una obra de arte, sin duda. Gracias a la actuación de Mr. Guiness disfrutamos de una tarde inolvidable. A la salida las cinco estábamos entusiasmadas, riéndonos al recordar cada una de las tretas desbaratadas por la inocente señora. Pero a mí, personalmente, el personaje que más me gustó fue el de Peter Sellers, que al final resultó ser el menos malo de todos. ¡Y además era tan guapo! Me despedí de las chicas con muchos besos y abrazos, que ya era muy tarde y al día siguiente tenía que madrugar para asistir a clases de violonchelo. Sin embargo, esa noche, por mucho que intentase dormir entre las sábanas de mi cama, no podía olvidar la carita de Mr. Sellers. ¡Oh, Mr.Sellers...!
-Angela Lansbury, 1955
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Duque
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