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Seychelles Seychelles · Vigo
Voto de Duque:
8
Drama Reconstrucción de los acontecimientos ocurridos desde Febrero hasta Octubre de 1917. Una película en la que, siguiendo la filosofía comunista, no había personajes principales. La habilidad de Eisenstein y su experiencia se ve en los rápidos movimientos y en el ritmo en el montaje, así como en la construcción de intensas secuencias que no fueron bien entendidas por las tempranas generaciones rusas. El estreno se retrasó hasta 1928 debido ... [+]
13 de junio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La filosofía de Eisenstein queda patente en uno de sus proyectos más ambiciosos: La celebración de la Revolución de Octubre de 1917. Convertido en uno de los artistas abanderados de la Unión Soviética, Sergei, con la ayuda de su compañero Grigori Alexandrov, dirigió el drama épico sobre ‘Los diez días que estremecieron el mundo’ –en referencia al título de la obra del desaparecido periodista John Reed- para culminar su estilo, inspirado en el movimiento de vanguardia ruso constructivista, que seguirían y llevarían más allá otros autores como Dziga Vertov (El hombre de la cámara, 1929). Como ya había hecho en La huelga (1925) y en El acorazado Potemkin (1925), Eisenstein vuelve a poner el celuloide al servicio del pueblo ruso y de la causa socialista de los bolcheviques trabajando tras la cámara, su fusil revolucionario, e inmerso en la sala de montaje, su arma secreta. Con estas herramientas, de conocimiento obligatorio para todo cineasta, creó un manifiesto visual a partir de fotogramas, planos, secuencias y escenas que en conjunto daban a conocer un concepto abstracto que no es otro que el ideal ruso de la revolución.

Las imágenes inolvidables quedan grabadas en la memoria con la fuerza de golpes secos y dramáticos directos al ojo del espectador. ¿Cómo olvidar la impresionante secuencia del levantamiento del puente, esa obsesión por el detalle llevada al extremo de inclinar la cámara y observar cada segundo del ascenso y luego caída del cuerpo sin vida del majestuoso caballo? Las exigencias del cine silente hacen que Eisenstein explote lo máximo posible el lenguaje del montaje: metáforas, símiles, contraposiciones y parábolas cruzan la pantalla a toda velocidad, marcando el ritmo solemne y acelerado de la marcha del proletariado hacia la soberanía prometida. La propaganda se convierte en arte, como confirmaría Leni Riefenstahl en el documental El Triunfo de la voluntad (1934).
[sigue en spoiler]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Duque
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