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Voto de Duque:
7
21 de junio de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera imagen lo dice todo: Dos manos, una de hombre y otra de mujer, se acarician mutuamente. En el dedo anular de la mano varonil brilla una alianza; se trata de un hombre casado. Para nuestra sorpresa la mano de la mujer no muestra anillo alguno.
Es una aventura de la que no se puede volver. La frontera se cierra tras Pierre Lachenay. Como un moderno Orfeo lo perderá todo si mira atrás. No hay en su corazón espacio para la culpa, esta noche no encenderá todas las luces. En la oscuridad la busca, sólo piensa en ella, en todos los recovecos cree sentir su tacto. Se ha perdido y lo ha perdido todo por la piel suave.
François Truffaut, después de lanzar su canto a la joie de vivre en Jules et Jim (1962), realiza un oscuro trabajo sobre la otra cara de la moneda del amor. La tentación de cortar engañar a la pareja con otra persona, el adulterio, siempre ha sido una situación humana ineludible. La ambigüedad emocional del adúltero es el ojo del huracán de una tragedia y de una renovación. El engaño es un acto de liberación y a la vez egoísta, un puente entre la pasión carnal y la decepción amorosa. No nos extrañe que existe una faceta autobiográfica, una inquietud que sacar a la luz, en este largometraje, pues el propio Truffaut, también artista y filósofo, había dejado a su mujer por su amante.
El conflicto que crea Pierre Lachenay en su interior se manifiesta en forma de largos planos, que llaman a la intuición del espectador, y en la música, que tanto puede describir sinfonías de júbilo como melodías de fatalidad. Y es que en esos detalles, que sólo el cinéfilo que se sumerge en la historia puede percibir, son los que dan sentido a la historia de La piel suave. Todo lo que sucede, por muy banal que parezca, es una pieza indispensable del complejo collage que define la psicología, la personalidad, las emociones y las acciones de Pierre y del resto de personajes. El público, convertido en un voyeur que presencia un peep show bajado de tono, contempla en todo momento los hechos crudos, apenas sin elusiones de la vida de los personajes. Truffaut siempre podrá presumir de un realismo que lo marcó como uno de los grandes de la nouvelle vague.
La piel suave emplea un mínimo de artificialidad (actores, guión y montaje) para hacer posible la elaboración de una historia contundente. El resto de elementos son completamente reales, la luz natural, los exteriores vivos, las referencias culturales y artísticas… Todo con tal de dar verosimilitud a la película y convertirla en un nuevo mito moderno, un espejo que refleja la sociedad del momento.
Es una aventura de la que no se puede volver. La frontera se cierra tras Pierre Lachenay. Como un moderno Orfeo lo perderá todo si mira atrás. No hay en su corazón espacio para la culpa, esta noche no encenderá todas las luces. En la oscuridad la busca, sólo piensa en ella, en todos los recovecos cree sentir su tacto. Se ha perdido y lo ha perdido todo por la piel suave.
François Truffaut, después de lanzar su canto a la joie de vivre en Jules et Jim (1962), realiza un oscuro trabajo sobre la otra cara de la moneda del amor. La tentación de cortar engañar a la pareja con otra persona, el adulterio, siempre ha sido una situación humana ineludible. La ambigüedad emocional del adúltero es el ojo del huracán de una tragedia y de una renovación. El engaño es un acto de liberación y a la vez egoísta, un puente entre la pasión carnal y la decepción amorosa. No nos extrañe que existe una faceta autobiográfica, una inquietud que sacar a la luz, en este largometraje, pues el propio Truffaut, también artista y filósofo, había dejado a su mujer por su amante.
El conflicto que crea Pierre Lachenay en su interior se manifiesta en forma de largos planos, que llaman a la intuición del espectador, y en la música, que tanto puede describir sinfonías de júbilo como melodías de fatalidad. Y es que en esos detalles, que sólo el cinéfilo que se sumerge en la historia puede percibir, son los que dan sentido a la historia de La piel suave. Todo lo que sucede, por muy banal que parezca, es una pieza indispensable del complejo collage que define la psicología, la personalidad, las emociones y las acciones de Pierre y del resto de personajes. El público, convertido en un voyeur que presencia un peep show bajado de tono, contempla en todo momento los hechos crudos, apenas sin elusiones de la vida de los personajes. Truffaut siempre podrá presumir de un realismo que lo marcó como uno de los grandes de la nouvelle vague.
La piel suave emplea un mínimo de artificialidad (actores, guión y montaje) para hacer posible la elaboración de una historia contundente. El resto de elementos son completamente reales, la luz natural, los exteriores vivos, las referencias culturales y artísticas… Todo con tal de dar verosimilitud a la película y convertirla en un nuevo mito moderno, un espejo que refleja la sociedad del momento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Los dos cometen un crimen guiado por sus pasiones más fuertes. Pierre traiciona fatalmente a Franca, entregada en cuerpo y alma al amor hacia su marido. Franca, despechada y posesiva, decide que nadie tendrá a Pierre si no puede ser ella. Se desencadenan una serie de hechos que sólo pueden llevar a un desenlace. Las cartas ya estaban echadas desde el principio: El encuentro en la cafetería, aparentemente casual, no será el escenario de la reconciliación.