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Voto de Duque:
7
8,1
55.276
Comedia. Drama. Romance
Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad tiene un trabajo que odia, una novia de 17 años a la que no ama y una ex esposa lesbiana a la que desearía estrangular, porque está escribiendo un libro en el que cuenta las intimidades de su matrimonio. Cuando conoce a Mary, la sexy y snob amante de su mejor amigo, se enamora perdidamente de ella. La idea de dejar a su novia, acostarse con Mary y abandonar su trabajo supone para él el ... [+]
23 de agosto de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allen ha conseguido que saque su polvoriento VHS del estante por mera curiosidad. Ansias tenía de desmitificar la sobrevalorada obra del tipo. Se me cayó el alma al suelo en el primer minuto de película. El cabrón sí se merece el mérito por esta.
Música maestra y las postales más bonitas de Nueva York como secundarios de la tragicomedia en la que se sumergen los realistas personajes, todos listillos adinerados bastante irreflexivos, cínicos, egoístas y patéticos. La historia me hace suponer cierto desprecio de Allen hacia la clase alta -cito textualmente- "pseudointelectualoide" con la que seguramente suele codearse en fiestas privadas. Tristemente es un retrato de la realidad de todo aquel que alguna vez se haya emborrachado de más con el cubata del amor informal. Logra, con buena nota, que nos identifiquemos con estos precursores de gafapastas sexualmente hiperactivos.
Entre chistes fáciles de psicoanalistas, drogas legales, divorcios múltiples, sexo, cáncer, judaísmo, neurosis, literatura, la caja tonta, cineastas, músicos y demás sarcasmos audaces me sentí muy cómodo admirando las luces y sombras de los habitantes de la Gran Manzana a través de los exquisitos planos estáticos, casi teatrales, sostenidos por el trípode inamovible. No es una genialidad de guión (más bien es una excusa en forma de culebrón flojo para vendernos una serie de estampas de la ciudad), pero sí ingeniosa, elegante, sutil y sincera.
Preciosa, simple y corta. La volvería a ver cien veces más sólo por las siluetas a contraluz del planetario y el omnipresente perfil de neón de Manhattan.
Música maestra y las postales más bonitas de Nueva York como secundarios de la tragicomedia en la que se sumergen los realistas personajes, todos listillos adinerados bastante irreflexivos, cínicos, egoístas y patéticos. La historia me hace suponer cierto desprecio de Allen hacia la clase alta -cito textualmente- "pseudointelectualoide" con la que seguramente suele codearse en fiestas privadas. Tristemente es un retrato de la realidad de todo aquel que alguna vez se haya emborrachado de más con el cubata del amor informal. Logra, con buena nota, que nos identifiquemos con estos precursores de gafapastas sexualmente hiperactivos.
Entre chistes fáciles de psicoanalistas, drogas legales, divorcios múltiples, sexo, cáncer, judaísmo, neurosis, literatura, la caja tonta, cineastas, músicos y demás sarcasmos audaces me sentí muy cómodo admirando las luces y sombras de los habitantes de la Gran Manzana a través de los exquisitos planos estáticos, casi teatrales, sostenidos por el trípode inamovible. No es una genialidad de guión (más bien es una excusa en forma de culebrón flojo para vendernos una serie de estampas de la ciudad), pero sí ingeniosa, elegante, sutil y sincera.
Preciosa, simple y corta. La volvería a ver cien veces más sólo por las siluetas a contraluz del planetario y el omnipresente perfil de neón de Manhattan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No sé si realmente es una "crítica mordaz" adornada con "sutil humor inteligente" a la intelligentsia burguesa, pero no me parece que se llegue al punto en que puedes reírte cruel y continuamente de estos poderosos sementales neuróticos (¡JUAS!) y sus enredos entre las sábanas. Más bien se quiere mostrar que, por mucha cultura que se haya metido en el cráneo, ningún ser humano acaba por comprender la amplitud de sus decisiones amorosas, motivadas por una livido egoísta y viciosa que desborda por sus correspondientes genitales a la vez que intenta esconder su miedo a la soledad. Así lo demuestra Isaac en la escena final, contradiciéndose descaradamente y sin pensar siquiera en el beneficio que saca su joven ex pareja al viajar a Londres.