Podemos definirla como una “Road movie” de tono deprimente.
La historia de un músico ambulante, socialmente bien considerado, que le sale todo mal.
De la nada, los Cohen inventan un día a día de este músico, viajando por paisajes rutinarios, una serie de personajes frikies como la vida misma, y contando desgracia tras desgracia.
Lo grande de esta película es lo bien que cuentan “nada concreto”. Pasan los días, las situaciones rocambolescas, los hechos insignificantes y las desgracias del protagonista.
No es nada fácil contar … nada, de una manera tan extraordinaria.
No llama la atención el guión, no llama la atención los protagonistas, no llama la atención la temática, e incluso el tono musical folk para los no identificados, nos sobrecarga un poco.
Pero es la dirección lo que la hace grande. Se ve de un tirón, y deja una sensación positiva, a pesar de ser una película de marcado carácter deprimente.
Si destacaría a Carey Mulligan, joven actriz británica que se está abriendo paso en el cine americano.
Todo un detalle que los Cohen la hayan tenido en cuenta para este título. Aunque su rostro pálido, tristón, con el que suele aparecer en sus películas, le viene ni que pintado en este título.