Incluso al final de la guerra mundial se dieron casos -y no pocos- de alemanes (de a pie, no de la Gestapo ni SS, precisamente) que decían creer en el Fuhrer o en la victoria de las armas alemanas y, ante la aparición de un paracaidista caído, o de desertores, se tomaban la justicia por su mano y linchaban al prisionero o prisioneros.

Pocos de ellos creerían ya en la Victoria, probablemente, siendo más probable que buscasen venganza contra los que bombardeaban sus pueblos y ciudades, o contra quienes, para ellos, eran culpables de la derrota por traición.

Da lo mismo

Lo que cuenta la película (basado en los recuerdos de un testigo que vivió esos hechos de niño, al parecer) no es, pues, inverosímil. Ocurrió, y muchas veces.

Y C. Lerch nos lo cuenta sin recargar las tintas. El "Jefe de Zona" nazi es bastante patético, pero no se cargan las tintas en el maniqueísmo que sería fácil de presentar en estas películas (por ejemplo, no toma medidas ante la evidente desafección de varios de los lugareños).