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Voto de Daniel Reigosa:
9
6,3
23.617
Drama
Drama sobre la Iglesia de la Cienciología. Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), un intelectual brillante y de fuertes convicciones, crea una organización religiosa que empieza a hacerse popular en Estados Unidos hacia 1952. Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un joven vagabundo, se convierte en su mano derecha. Sin embargo, cuando la secta triunfa y consigue atraer a numerosos y fervientes seguidores, a Freddie le surgirán dudas. (FILMAFFINITY) [+]
9 de enero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine prácticamente vacío para uno de los estrenos de año. Esta claro que nos encontramos ante una de esas películas que no consiguen unificar la opinión de crítica y público (ni lo pretenden). Pasa con ciertos directores con talento, arriesgados y con ansias de renovación del lenguaje cinematográfico. Un ejemplo claro es Terrence Malick y su película “El Árbol de la Vida”. Otro claro ejemplo, sin duda, es el director Paul Thomas Anderson.
La expectación por ver esta película del director de las excelentes Pozos de Ambición (There Will Be Blood, 2008), Magnolia (1999) o Boogie Nights (1997) era muy alta y, en mi caso concreto, no ha defraudado. P.T. Anderson ha madurado su lenguaje en este film, realizando una profunda introspección de los estados mentales de sus personajes y exprimiéndolos hasta el agotamiento. Lenguaje visual duro, profundo, preocupado por el entorno social en que viven sus personajes y alejado de las corrientes más comerciales y aceptadas en el panorama visual americano. Se trata de una cinta extraña, cuanto menos, no apta para todos lo públicos por su peculiar rodaje y narrativa, en la que el tema principal, aparte de exponer la historia del fundador de la Cienciología, gira en torno a fragilidad del ser humano, las obsesiones y la necesidad de pertenencia a un grupo. Se trata de una cinta extraña, cuanto menos, no apta para todos lo públicos por su peculiar rodaje y narrativa, en la que el tema principal, aparte de exponer la historia del fundador de la Cienciología, gira en torno a fragilidad del ser humano, las obsesiones y la necesidad de pertenencia a un grupo.
La expectación por ver esta película del director de las excelentes Pozos de Ambición (There Will Be Blood, 2008), Magnolia (1999) o Boogie Nights (1997) era muy alta y, en mi caso concreto, no ha defraudado. P.T. Anderson ha madurado su lenguaje en este film, realizando una profunda introspección de los estados mentales de sus personajes y exprimiéndolos hasta el agotamiento. Lenguaje visual duro, profundo, preocupado por el entorno social en que viven sus personajes y alejado de las corrientes más comerciales y aceptadas en el panorama visual americano. Se trata de una cinta extraña, cuanto menos, no apta para todos lo públicos por su peculiar rodaje y narrativa, en la que el tema principal, aparte de exponer la historia del fundador de la Cienciología, gira en torno a fragilidad del ser humano, las obsesiones y la necesidad de pertenencia a un grupo. Se trata de una cinta extraña, cuanto menos, no apta para todos lo públicos por su peculiar rodaje y narrativa, en la que el tema principal, aparte de exponer la historia del fundador de la Cienciología, gira en torno a fragilidad del ser humano, las obsesiones y la necesidad de pertenencia a un grupo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Para contarnos esto, P.T. Anderson se nutre de las dificultades de adaptación social de los soldados que combatieron en la Segunda Guerra Mundial -tema tratado con intensidad en otras películas (y otras grandes guerras) como La Escalera de Jacob (Jacob's Ladder, 1990) o, sin ir más lejos, en la serie Homeland (2011)- encarnadas en el personaje de Freddie Quell (excepcionalmente interpretado por Joaquin Phoenix), un marine de personalidad frágil, desequilibrado emocionalmente, que lucha por encontrar su hueco en la sociedad y dejar atrás un pasado tormentoso. Por otro lado tenemos a Lancaster Dodd (magistral Philip Seymour Hoffman), personaje con extrema capacidad de liderazgo, no carente de una (falsa) empatía y necesitado de poder, que verá en Freddie el títere ideal para manejar a su antojo y adherirlo a “La Causa”. La película nos mostrará que lo que podemos ver inicialmente como un enorme distanciamiento (ideológico y personal) de los dos personajes principales no será más que dos maneras distintas de expresar las fragilidades internas, las obsesiones y necesidades. Los dos personajes se parecen más de lo que un principio pueda parecer.
La Cienciología es tan sólo el vehículo para narrar realidades mucho más generalistas, como cualquier tipo de religión o sistema socio-político. Al más puro estilo Buñuel, Anderson en esta película expone a sus personajes a creencias y situaciones surrealistas y absurdas, atendiendo más a la defensa pasional e irracional de éstas que a la explicación racional de las mismas (como ocurre con la religión, la política o las modas en general). La citación a Buñuel no es casual, ya que se pueden encontrar en el film claras similitudes con películas como El Ángel Exterminador (1962), Simón del Desierto (1965) o la etapa surrealista/absurda francesa de mediados de los setenta. Anderson también utiliza técnicas narrativas del cine mudo de los años 20, enfatizando el lenguaje corporal y la expresión facial, consiguiendo imágenes de una notable potencia visual.
La dirección es, probablemente, lo mejor del film junto con las excelentes interpretaciones de los tres actores principales. A través de la cámara, el director nos traspasa parte la sensaciones de fragilidad, inquietud, obsesión, confusión y ansiedad que sufren los personajes principales. El uso del formato de 65mm y la excepcional banda sonora de Jonny Greenwood (artífice principal del sonido de Radiohead) ayudan a incentivar y multiplicar esas sensaciones. El abuso de desenfoques, contraluces, imágenes en segundo plano con elementos en movimiento en primer plano, ángulos incómodos de cámara o sonidos estridentes en una banda sonora cercana a la enfermedad, son elementos constantes en el film y los responsables de la sensación de incomodidad que genera su visionado.
Al salir del cine pude escuchar comentarios de gente indignada y perpleja por lo que había visto. Confirmado, P.T. Anderson no es un director convencional, igual pretendía generar en el espectador la sensación que provoca Dodd en Quell, o que nos planteemos el tipo de decisiones que estamos obligados a tomar.
Película excepcional, no apta para todos los públicos, de la que estoy prácticamente seguro que no triunfará en la gala de los Oscars, que no suele premiar este tipo de filmes pesimistas, desprovistos de un envoltorio comercial y exponentes de la fragilidad del ser humano en general, norteamericano en particular. Referencias al mejor cine de Buñuel, al cine mudo y con imágenes potentes acompañadas de una banda sonora ”enferma”. Un verdadero placer visual. Y para muestra un botón, la fascinante escena del interrogatorio de iniciación a la que somete Dodd a su nuevo pupilo “No parpadees!”.
La Cienciología es tan sólo el vehículo para narrar realidades mucho más generalistas, como cualquier tipo de religión o sistema socio-político. Al más puro estilo Buñuel, Anderson en esta película expone a sus personajes a creencias y situaciones surrealistas y absurdas, atendiendo más a la defensa pasional e irracional de éstas que a la explicación racional de las mismas (como ocurre con la religión, la política o las modas en general). La citación a Buñuel no es casual, ya que se pueden encontrar en el film claras similitudes con películas como El Ángel Exterminador (1962), Simón del Desierto (1965) o la etapa surrealista/absurda francesa de mediados de los setenta. Anderson también utiliza técnicas narrativas del cine mudo de los años 20, enfatizando el lenguaje corporal y la expresión facial, consiguiendo imágenes de una notable potencia visual.
La dirección es, probablemente, lo mejor del film junto con las excelentes interpretaciones de los tres actores principales. A través de la cámara, el director nos traspasa parte la sensaciones de fragilidad, inquietud, obsesión, confusión y ansiedad que sufren los personajes principales. El uso del formato de 65mm y la excepcional banda sonora de Jonny Greenwood (artífice principal del sonido de Radiohead) ayudan a incentivar y multiplicar esas sensaciones. El abuso de desenfoques, contraluces, imágenes en segundo plano con elementos en movimiento en primer plano, ángulos incómodos de cámara o sonidos estridentes en una banda sonora cercana a la enfermedad, son elementos constantes en el film y los responsables de la sensación de incomodidad que genera su visionado.
Al salir del cine pude escuchar comentarios de gente indignada y perpleja por lo que había visto. Confirmado, P.T. Anderson no es un director convencional, igual pretendía generar en el espectador la sensación que provoca Dodd en Quell, o que nos planteemos el tipo de decisiones que estamos obligados a tomar.
Película excepcional, no apta para todos los públicos, de la que estoy prácticamente seguro que no triunfará en la gala de los Oscars, que no suele premiar este tipo de filmes pesimistas, desprovistos de un envoltorio comercial y exponentes de la fragilidad del ser humano en general, norteamericano en particular. Referencias al mejor cine de Buñuel, al cine mudo y con imágenes potentes acompañadas de una banda sonora ”enferma”. Un verdadero placer visual. Y para muestra un botón, la fascinante escena del interrogatorio de iniciación a la que somete Dodd a su nuevo pupilo “No parpadees!”.