El guión se vuelve una locura cuando entra en escena una máquina informática que es capaz de hacer tantas cosas que ni sus creadores lo saben. A partir de ahí, todo se hace lioso, caótico y sin chispa dramática.

La falta de verosimilitud dentro de la diégesis es uno de los errores habituales de los guiones. Se hacen pensando en un entretenimiento pueril o se fuerzan para satisfacer únicamente al creador sin que a estos parezca importarles la poca credibilidad que acaban teniendo. En esta historia son muy inverosímiles el personaje antagonista, la presunta historia de "amor exprés", la máquina captadora del pasado, la traición de su propia norma y también la manera en que se intenta solucionar el conflicto. El autor acaba convirtiendo el desenlace en una contradicción (spoiler).

En definitiva, Tony Scott dirige de forma pésima (en sus planos parece que el cámara tiene un tic nervisoso) un guión flojo, con un discurso inverosímil y una trama que pierde interés a medida que aparecen nuevos personajes.