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Voto de Mike Wazowski:
9
8,1
18.816
Cine negro. Intriga. Drama
El detective Mark McPherson (Dana Andrews) investiga el asesinato de Laura Hunt (Gene Tierney), una bella y seductora mujer que ha aparecido asesinada en su apartamento. McPherson elabora un retrato mental de ella a partir de las declaraciones de sus allegados, algunos sospechosos como el cínico cronista Waldo Lydecker (Clifton Webb) o Shelby Carpenter (Vincent Price), prometido de la joven. Además el diario y la correspondencia de la ... [+]
8 de junio de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy enamorado. Enamorado de una mujer que no conozco, pero que sin embargo frecuenta mis más suaves sueños. Una mujer cuyo rostro y figura parecen desprenderse del tiempo y el espacio, sostenida únicamente por los marcos de un simple cuadro, anclado a la pared de una habitación cualquiera. Desde allí, admirado y conmovido (igual que nuestro protagonista) busco las infinitas formas de poseerla, de volver a enamorarme una última vez, como si fuera la primera. Quizás ahora, en esta vida. El director Otto Preminger, sabedor de la innata belleza de su actriz principal, Gene Tierney, la filmó igual que se pinta a una musa, diosa y objeto de deseo de todo gen masculino (sobre Laura no hay blanco o negro, pues su pureza es angelical, no deja lugar a dudas). Pero claro, ésta romántica visión tiene trampa. Es el engaño perfecto, aunque también el más cruel. Igual que la femme fatale del cine negro, la tragedia y la muerte perfuma su aura mística hasta el más recóndito de sus poros. Buscamos acercarmos más, pero cuanto menor es la distancia física mayor es el peligro que corremos (pero, ¿porqué nos sigue atrayendo?). En definitiva, es, tal y como nos insinúa su comienzo, una fantasía, que está ahí, existe en tanto la observamos, pero cuya verdad nos es esquiva, clava su aguijón en lo mas íntimo de nuestro sentir.
Esta serie de brillantes contradicciones, entre el querer-tener y no poder poseer, entre el amor y la tragedia, hacen de Laura uno de los relatos mas románticos jamás filmados por un artista, cuya fuerza expresiva, unido a sus bucólicas melodías y un montaje sumamente lírico, toma el impulso narrativo de un vívido torbellino de emociones. Al final del segundo acto estamos a su merced. El suspense y las maniobras del guion han sustituido nuestra anodina vida ("el cine es una metáfora de la vida", dice McKee en el Guion) por la magia de lo imposible. Nuestra mente está literalmente sumida en el devenir de los acontecimientos, y solamente cuando estos finalizan nos aborda el éxtasis, y poco después la añoranza por el objeto amado. En nuestra mente brota un único pensamiento: volver, perdernos una vez más, y otra, y otra. Igual que si el tiempo se rompiera en mil pedazos. Entonces, cuando el último fotograma alcanza su clímax, lo único que importa es resucitar su imagen, revivir aquella experiencia (cinematográfica y emocional) que nos tocó tan hondo, repoblar sus memorias para hacerla real, tangible, aún a sabiendas de que en ningún sitio podrá ser tan bella como lo fue en la pantalla grande, ese cuadro que es la lente de una cámara, donde las estrellas nunca mueren. Ahora sólo anhelo revivirla, hacerla mía. Una última primera vez. A ella.
A LAURA.
"Goodbye, Laura. Goodbye, my love".
Esta serie de brillantes contradicciones, entre el querer-tener y no poder poseer, entre el amor y la tragedia, hacen de Laura uno de los relatos mas románticos jamás filmados por un artista, cuya fuerza expresiva, unido a sus bucólicas melodías y un montaje sumamente lírico, toma el impulso narrativo de un vívido torbellino de emociones. Al final del segundo acto estamos a su merced. El suspense y las maniobras del guion han sustituido nuestra anodina vida ("el cine es una metáfora de la vida", dice McKee en el Guion) por la magia de lo imposible. Nuestra mente está literalmente sumida en el devenir de los acontecimientos, y solamente cuando estos finalizan nos aborda el éxtasis, y poco después la añoranza por el objeto amado. En nuestra mente brota un único pensamiento: volver, perdernos una vez más, y otra, y otra. Igual que si el tiempo se rompiera en mil pedazos. Entonces, cuando el último fotograma alcanza su clímax, lo único que importa es resucitar su imagen, revivir aquella experiencia (cinematográfica y emocional) que nos tocó tan hondo, repoblar sus memorias para hacerla real, tangible, aún a sabiendas de que en ningún sitio podrá ser tan bella como lo fue en la pantalla grande, ese cuadro que es la lente de una cámara, donde las estrellas nunca mueren. Ahora sólo anhelo revivirla, hacerla mía. Una última primera vez. A ella.
A LAURA.
"Goodbye, Laura. Goodbye, my love".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Una de las grandezas del film deviene de sus cualidades para abordar múltiples géneros sin degenerar ni malograrse por el camino. Su identidad no queda dañada. Laura es y será siempre Laura. Igual que la bella protagonista, Preminger hace que su película sea el resultado de un hechizo lanzado hacia el espectador en el maravilloso ejercicio de ver y oír. La iluminación sale de la nada para resaltar una cruz sobre el pecho de la sirvienta, o para desnudar los malévolos planes del inolvidable Waldo antes de morir, así como para cegar a la joven a fin de que ésta, aturdida, caiga rendida al heroísmo del enamorado teniente McPherson. Los instrumentos musicales escogidos también realzan el aura fatalista del relato (suaves melodías de piano se aúnan con graves tonos que generan duda, y que parecen advertir: "la tentación está ligada a la tragedia"). La estructura y el diseño por su parte están delineados a la medida de un film "hitchcockiano" (de hecho no son pocas las semejanzas temáticas con su obra maestra, "Vértigo") enarbolando el suspense como bandera y el tono ambiguo de sus formas como carta de presentación a un universo de estética noir. Sin embargo, si algo destaco de Laura es la forma en que está narrada, las variadas voces que utiliza su director para contarnos unos hechos que forman parte ya de nuestra vida. Y es que la historia va y viene, saltando del presente al pasado mediante los recuerdos de aquellos que "conocían" a Laura. Así, gracias a esta fragmentación temporal en la narración, Preminger convierte su obra en un fugaz recuerdo que adopta multitud de estados. Laura está muerta, pero en realidad no lo está. Parece ser que era una santa, la belleza reencarnada, sin embargo cerca del tercer acto se insinúa que urdió el asesinato junto a su prometido, y por tanto es declarada culpable. Finalmente parece ser que no, que Laura es inocente. Empero, en una reveladora declaración admite que sí, que en el fondo de su ser siente la culpabilidad del criminal. La pregunta de quién es Laura sobrevuela constantemente la película, aunque jamás obtenemos respuesta alguna. Así pues, en el limbo de su metraje la película y la protagonista resultan ser un enigma, una extrañeza que nos invita a seguir explorando, a buscar en las profundas simas de sus diálogos y escenas, mientras la aguda belleza de su trágico romanticismo nos enreda, ahogándonos hasta dejarnos sin aliento. Una obra maestra total.