Emocionante, épica, carismática, conmovedora...

Es lo que podría haber sido esta película si no fuera porque es un producto destinado a la ingesta de forraje. Así que mientras hacemos el mayor ruido posible con nuestras bolsas de aperitivos y mascamos a dos carillos ante la pantalla, contemplamos una historia que transcurre en una pseudo Edad Media alternativa de barras y estrellas.


La película es presentada de una manera tan sobria y trascendental que en ocasiones parecerá que estamos ante un trabajo similar a la lista de Schindler, de hecho vemos un claro guiño a Spielberg en la escena final (*1)
En realidad ese tono tan... adulto es todo un acierto si lo que queremos es que los consabidos gags de turno y las exageraciones heróicas propias del género rechinen como lo haría un coro de matasuegras en el Danubio Azul.



Los personajes son coherentes, desde Lady Loxley y su metamorfosis a Juan Sin Tierra, el cual está inspirado en el propio Ridley Scott, quien también despidió a su consejero real para realizar esta obra. Los actores cumplen , los villanos fruncen el ceño y escupen mucho al hablar.


Así pues los detractores de las mallas verdes y del desenfado hallarán en esta impactante y cool versión moderna los ya clásicos despropósitos de la nueva era del cine.
Y con doble ración de slow motion.