El trabajo de Oren Peli era sugerente. Proponía un inteligentísimo juego de identificación, había verosimilitud, había sugerencia, lo desconocido era el vehículo de la tensión, el catalizador de una insoportable impotencia. Sin intermediarios, pura investigación cotidiana, ingenio doméstico a merced de una amenaza terrible, invisible, implacable.

El resultado fue un producto difícil de definir. Había algo diferente, algo sincero en sus personajes, aquel terrible drama paranormal de Oren Peli tenía vida. No eran la aleatoriedad y el impulso vacío de lo cotidiano lo que hacía girar aquel engranaje; la historia tenía sentido, el suceder de ideas era constante. La historia paranormal fluía con insoportable naturalidad.

No parecía descabellado esperar una secuela fácil, ¿lo es?, en absoluto. Si la primera película fue inteligente al sentar aquellas bases, esta lo es en potenciarlas y jugar con ellas. El pulso milimétrico convierte a este segundo intento en una verdadera bomba de tensión, mucho más comercial, aunque fiel a sus orígenes.

Existe, no obstante, una división radical en las opiniones, hay quienes simplemente no desean, (y quien sabe si pueden) completar la desinformación que con tanta astucia propone la película. Si su indignación no les ha impedido llegar al final del comentario, les sugiero que vayan a ver la evolución de Paranormal Activity, mucho más dinámica y constante que la película de Oren Peli. La hija de Paranormal Activity, ha hecho muy bien los deberes.