2046 es por varias razones mi película favorita; la primera de ellas es la combinación en un determinado momento de una determinada imagen con una determinada música y, a veces, con una determinada frase; hay otras tantas: me gusta el final y adoro el principio; y el desarrollo, con los avatares amorosos y existenciales del protagonista; me encantan las pequeñas tragedias vislumbradas de los personajes que pueblan la novela del señor Chow en un ficticio futuro que no es más que un añorado pasado; me encanta esa compilación de las ideas y del cine de Wong Kar Wai que es todo el filme, la fijación con los recuerdos, con aquello que ya no se tiene y que ya no se podrá tener y por eso se añora tantísimo, y precisamente por esto se le sigue siendo fiel. Echo de menos ser incapaz de sentir tan intensamente y con tanto preciosismo como sienten las imágenes, y también no poder subirme en ese tren que me llevaría al fondo de esos recuerdos donde se supone podría arañar algunos instantes de felicidad. También lamento no haber amado a alguien sin haber sido correspondida tal como podrían hacer a su vez un par de personas que me amarían sin conseguir nada de mí. Y añoro no poder vivir esto en una pequeña e impersonal habitación de hotel colindante a la de una chica triste y extraña que habla sola en japonés, en la que podrían suceder tantos diminutos dramas de los que el exterior nunca sabría nada, y hacerlo durante una navidad solitaria y a ser posible hasta lluviosa. Siento no estar tan sola como los personajes de Wong Kar Wai con tal de vivir mi soledad en un contexto como éste. Con tal de ser yo la narradora, de ser el señor Chow y su secreto susurrado a un árbol.