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Voto de Juanjo Iglesias:
6
6,7
16.685
Drama
Mike Waters (River Phoenix) y Scott Favor (Keanu Reeves) son dos jóvenes chaperos que se ganan la vida prostituyéndose en las calles de Portland. Mike tiene una extraña enfermedad llamada narcolepsia, que le provoca un sueño repentino y profundo en cualquier parte. (FILMAFFINITY)
6 de diciembre de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada he de reconocer que hay trabajos del Sr. Van Sant, que me atraen profundamente por su sensibilidad, crudeza y trato de los sentimientos. Véanse “Drugstore Cowboy” (1989) o “Descubriendo a Forrester” (Finding Forrester, 2000) con un Sean Connery espectacular. De entrada que me encanta el cine independiente, cuando es bueno. De entrada que veo esta peli llena de trampas, con la idea del director de convertirse en adalid ultramoderno y abanderado del cine indy de su tiempo.
Como auténtico rebelde, creo que es acertado influenciarse fuertemente por el primer y paradigmático rebelde de Hollywood, el icónico maestro del cine nacido en Kenosha el 6 de Mayo de 1915, Orson Welles. Eso me parece fantástico, y si en vez de influenciarnos por “Ciudadano Kane” (Citizen Kane, 1941) o “Sed de Mal” (Touch of Evil, 1958) nos dejamos llevar por la adaptación de este buen amante del queso y el fino patrios, de obras de Shakespeare, como “Enrique IV”, “Enrique V” y “Las alegres comadres de Windsor”, el morbo intelectual es tan supremo, que saldrás vencedor en el festival de Venecia, sin ningún género de duda. Muy bien, señor Van Sant, pero copiar escena por escena, “Campanadas a Medianoche” (Chimes at Midnight, 1965) durante cincuenta minutos, cambiando al príncipe Hal y a Falstaff, por un grupo de jóvenes marginados en la ciudad de Portland, me parece tan moderno, que de moderno se convierte en absurdo.
Si la primera hora de película es una adaptación de Welles o Shakespeare, la segunda hora casi en su totalidad pone sobre el tapete la novela de John Rechy “City of night” (1963). Lo que deja las capacidades adaptativas de Van Sant en muy buen lugar, muy al contrario de su originalidad.
A partir de ese lugar, podríamos hablar de una serie de rasgos narrativos, estéticos y técnicos y llenar páginas y páginas con ellos, pero a mi esta idea no me seduce ni lo más mínimo.
Me parece una película del todo manipuladora, si el guión carece de ideas que no sean de Shakespeare y Rechy, la fotografía que firman Eric Alan Edwards & John J. Campbell, no es que sea herencia, es que es una metódica copia de los ambientes creados en las cintas de la época de David Lynch. Y seguimos reafirmando la obra como algo netamente independiente. Un año antes había rodado una maravilla como “Corazón Salvaje” (Wild at Heart, 1990) y cinco años antes mi querida “Terciopelo Azul” (Blue Velvet, 1986) con los mismos ambientes oscurecidos y tétricos en el tema de la iluminación y la fotografía y con la misma sensación de marginalidad irreverente en sus temas.
(sigue sin spoiler)
Como auténtico rebelde, creo que es acertado influenciarse fuertemente por el primer y paradigmático rebelde de Hollywood, el icónico maestro del cine nacido en Kenosha el 6 de Mayo de 1915, Orson Welles. Eso me parece fantástico, y si en vez de influenciarnos por “Ciudadano Kane” (Citizen Kane, 1941) o “Sed de Mal” (Touch of Evil, 1958) nos dejamos llevar por la adaptación de este buen amante del queso y el fino patrios, de obras de Shakespeare, como “Enrique IV”, “Enrique V” y “Las alegres comadres de Windsor”, el morbo intelectual es tan supremo, que saldrás vencedor en el festival de Venecia, sin ningún género de duda. Muy bien, señor Van Sant, pero copiar escena por escena, “Campanadas a Medianoche” (Chimes at Midnight, 1965) durante cincuenta minutos, cambiando al príncipe Hal y a Falstaff, por un grupo de jóvenes marginados en la ciudad de Portland, me parece tan moderno, que de moderno se convierte en absurdo.
Si la primera hora de película es una adaptación de Welles o Shakespeare, la segunda hora casi en su totalidad pone sobre el tapete la novela de John Rechy “City of night” (1963). Lo que deja las capacidades adaptativas de Van Sant en muy buen lugar, muy al contrario de su originalidad.
A partir de ese lugar, podríamos hablar de una serie de rasgos narrativos, estéticos y técnicos y llenar páginas y páginas con ellos, pero a mi esta idea no me seduce ni lo más mínimo.
Me parece una película del todo manipuladora, si el guión carece de ideas que no sean de Shakespeare y Rechy, la fotografía que firman Eric Alan Edwards & John J. Campbell, no es que sea herencia, es que es una metódica copia de los ambientes creados en las cintas de la época de David Lynch. Y seguimos reafirmando la obra como algo netamente independiente. Un año antes había rodado una maravilla como “Corazón Salvaje” (Wild at Heart, 1990) y cinco años antes mi querida “Terciopelo Azul” (Blue Velvet, 1986) con los mismos ambientes oscurecidos y tétricos en el tema de la iluminación y la fotografía y con la misma sensación de marginalidad irreverente en sus temas.
(sigue sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El caso paradigmático de River Phoenix, en esta obra me parece igualmente tramposo. En ese intento de recuperar el estilo brillante de James Dean, se le ofrece a Phoenix su rebelde sin causa particular, pero ni Phoenix es Dean, ni Van Sant es ni mucho menos Nicholas Ray. Su interpretación es correcta, pero sería interesante imaginarse en River Phoenix, un tío feo, pongamos por ejemplo a Bogart, con la idea de dirimir, cuanto tenemos de cara bonita y cuanto tenemos de buena interpretación. En mi opinión abunda lo primero y la sobreactuación.
Keanu Reeves realiza una interpretación que me ha convencido más que la de Phoenix, por su integridad y por no verle sobreactuado en ningún momento. Su personaje es más interesante y está mejor interpretado. Queda en la memoria siempre, el personaje del príncipe Hal de Welles, que es el que marca el tono de este.
La interpretación de William Richert no hace más que dejar a nivel de vulgaridad, aquel maravilloso personaje de William Shakespeare, que con tanto amor por la interpretación y tanta habilidad interpretativa, pusiera rostro aquel ya gordinflón, Orson Welles.
Donde sí puede llegar a acertar Van Sant, es en el análisis de las relaciones de los personajes. El amor, la homosexualidad, las drogas y sobre todo, la búsqueda de la identidad a través la familia, a través de una madre. Es el único reducto apetecible de la narración. Fuera de toda esa morralla superficial que inunda esta película, queda un lugar importante para lo único que es importante en ella. El amor carnal, la amistad y el amor por la familia.
Bill Stafford, un gran bluesman blanco, músico de country y pionero del steel guitar, se encarga de una apropiada banda sonora.
Esa intención del autor de rellenarlo todo de una superficialidad modernilla y de mezclar unas cosas con otras, dejan aparcada la buena perspectiva de hacer una Road Movie que podría haber sido de las buenas, un viaje psicológico y físico, a los que tanta admiración profeso.
Keanu Reeves realiza una interpretación que me ha convencido más que la de Phoenix, por su integridad y por no verle sobreactuado en ningún momento. Su personaje es más interesante y está mejor interpretado. Queda en la memoria siempre, el personaje del príncipe Hal de Welles, que es el que marca el tono de este.
La interpretación de William Richert no hace más que dejar a nivel de vulgaridad, aquel maravilloso personaje de William Shakespeare, que con tanto amor por la interpretación y tanta habilidad interpretativa, pusiera rostro aquel ya gordinflón, Orson Welles.
Donde sí puede llegar a acertar Van Sant, es en el análisis de las relaciones de los personajes. El amor, la homosexualidad, las drogas y sobre todo, la búsqueda de la identidad a través la familia, a través de una madre. Es el único reducto apetecible de la narración. Fuera de toda esa morralla superficial que inunda esta película, queda un lugar importante para lo único que es importante en ella. El amor carnal, la amistad y el amor por la familia.
Bill Stafford, un gran bluesman blanco, músico de country y pionero del steel guitar, se encarga de una apropiada banda sonora.
Esa intención del autor de rellenarlo todo de una superficialidad modernilla y de mezclar unas cosas con otras, dejan aparcada la buena perspectiva de hacer una Road Movie que podría haber sido de las buenas, un viaje psicológico y físico, a los que tanta admiración profeso.