Aunque Peter Jackson siempre ha hablado de hacer un homenaje al “King Kong” de 1933, hay que ser un ingenuo para creerlo conociendo la idiosincrasia del neozelandés, su tendencia a la espectacularidad mastodóntica y a la desmesura es evidente, en su cine siempre prima más la forma que el fondo, lo cierto es que más que un tributo al clásico de aventuras de Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper, Jackson toma el original como punto de partida para una epopeya fantástica. Al contrario de aquélla no bebe de la personalidad aventurera de los autores del antiguo film, pero en cambio, sí que acierta plenamente al describir en los primeros minutos del film esa realidad socio-política y económica de la América de la Depresión.

El “King Kong” de Jackson es hijo de su tiempo, impresionantes efectos visuales por ordenador, asombrosa y espectacular ambientación, todo ello gracias a un descomunal presupuesto. Jackson crea un remake del clásico planteando no tanto un homenaje sino una oda al cine de entretenimiento y evasión. Porque el cine no es sólo arte, es también fantasía e imaginación, y Jackson desde el principio muestra una “realidad” deliberadamente artificial, por tanto, fantástica (una Nueva York “de película” de principios de los años treinta y una isla de la calavera situada en los dominios de lo maravilloso), en la cual el cine deviene una metáfora de lo onírico e imposible.

Cumpliéndose la teoría según la cual el gorila gigante es, en sí mismo, una metáfora de ese mundo de fantasía total, de imaginación absoluta que aspira a mostrar el cine como una metáfora del cine mismo. Ann Darrow (Naomi Watts) vive las peripecias de una actriz de teatro que aspira a triunfar en el mundo del cine y que se convertirá en musa, es el eje del film conquistando el corazón de la bestia. Jackson se ve reflejado en el director de cine Carl Deham (Jack Black) que quiere filmar lo nunca antes filmado. El dramaturgo reciclado a guionista Jack Driscoll (Adrian Brody), enamorado de Ann, marca el tono del relato con los estupendos secundarios de la tripulación del “Venture”.

Un relato que Jackson, cegado por su megalomanía queda deslucido, destrozando la cohesión dramática del film, derivando hacia continuas peleas entre dinosaurios, insectos gigantes y otros bichos repelentes que alargan excesivamente la historia sin aportar dramáticamente nada importante al relato. Es una lástima, que al film le sobre una hora para haberse convertido en una gran película que hubiera dado una nueva visión del mito de King Kong. En todo caso tiene escenas magníficas, la entrada en los arrecifes bajo la niebla a la isla de la calavera, como la relación sugerente y emocional entre la bella y la bestia, el gran gorila sobre el mítico Empire State Building.