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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Australia, 1835. El sobrino del gobernador, Charles Adare (Michael Wilding), que acaba de llegar de Inglaterra, está invitado a cenar en casa de Sam Flusky (Joseph Cotten), un antiguo presidiario que ha hecho fortuna y que está casado con una de una prima de Charles, Lady Harrietta (Ingrid Bergman). Charles descubre que su prima, que se ha convertido en una alcohólica, está aterrorizada por su ama de llaves Milly (Margaret Leighton) y, ... [+]
1 de julio de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para Hichcock, esta película supuso uno de los peores sinsabores de su carrera. Una espina clavada en su alma artística y sobre todo financiera. Era el segundo proyecto (tras “La Soga”) de esta nueva compañía, “Trasantlantic Pictures” con un presupuesto de 2.500,000 $, que era un pastón para la época, cofinanciada con Warner Bros. Para el cineasta, sin embargo, el proyecto comenzó planteándose como la culminación de su carrera. Era la obra que iba a marcar el regreso a su país natal, después de etapa americana bajo la férrea mano del productor David O. Selznick, del que no guardaba buen recuerdo. Precisamente había formado esta productora con su socio, Sidney Berstein, para su independencia artística.

“Under Capricorn” narra la historia de los amores de una dama y un mozo de cuadra, un tema que puede recordar a “El amante de Lady Chaterly”, la novela, no la erótica película. También recuerda a pasajes de “Rebeca” o “Cumbres Borrascosas”, melodramas románticos donde la diferencia de clase (Señora y criado), crean un obstáculo insalvable en la sociedad de esa época victoriana y colonialista. Lady Henrrieta abandona su mundo por amor, por huir con su amante, “se degrada por amor”, según Hichcock, que siempre reconoció haber hecho esta película por Ingrid Bergman (en mi opinión excelente actriz de una belleza fascinante). En cambio creo que se equivocó con la elección de Joseph Cotten para el papel del marido y mozo de cuadra Flusky, quizás Burt Lancaster con su físico rudo y atlético, hubiera sido perfecto, el personaje debía tener las manos callosas y olor a estiércol.

El resultado es una película sombría y teatral cuyos personajes hablan sin parar callando lo esencial, el guión, mal construido no termina de convencer, y lo que es peor, cuesta indentificarse con los personajes, como este primo del gobernador, Charles Adare (Michael Wilding), un estúpido petimetre sin gracia ni inteligencia que puedan hacerle digno de la función que el guión le asigna. La ama de llaves Milly (Margaret Leighton) es una grotesca encarnación de la maldad gratuita, a años luz de la sra. Danvers de “Rebeca”. En mi opinión lo mejor es cuando Hitchcock pone las cartas sobre la mesa, por fin, y nos arrastra con sus personajes bien avanzada la historia, en un furioso torbellino de confesiones, mentiras, sacrificios y celos asesinos, que hacen creíbles a los personajes que hasta entonces no existían más que en la mente de los autores o en las páginas del guión. Añadir también la excelente fotografía del maestro Jack Cardiff que crea una atmósfera romántica y fatalista.

Pero lo que más perjudicó a la carrera comercial de la película y la consiguiente ruina de la recién creada Trasanlactic Pictures, fue el escándalo que se creó contra Ingrid Bergman en las fechas del estreno del film. Es sobradamente conocido el "affair" de Ingrid que abandonó a su esposo e hija en América para irse a Italia a vivir con Rossellini y hacer algunas películas. La Bergman tras ver “Roma, ciudad abierta” se enamoró del neorrealismo y de Rossellini, enviándole un telegrama que decía: “Si necesita una actriz sueca que hable perfectamente inglés, que no ha olvidado el alemán, a quien apenas se entiende en francés y que del italiano, tan sólo sabe decir, < ti amo >, estoy dispuesta a hacer una película con usted”. Evidentmente las ligas de la decencia ultraconservadoras la cruzificaron como una vulgar ramera y la película fue olvidada y proscrita.
Antonio Morales
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