Conmovedor drama en clave de thriller bélico, al parecer basada gran parte de ella en hechos reales, en el marco de la invasión alemana por el país de los tulipanes, cuyos moradores presumen de haberle ganado su tierra al mar, de ahí el nombre de Países Bajos. Una superproducción que revisa la memoria histórica e íntima de un periodo oscuro que el propio cineasta Paul Verhoeven vivió en carne viva e inocente con 7 años de edad. No era la primera vez que recreaba esa época, lo había hecho antes con “Eric, oficial de la reina”, nominada al globo de oro, que despertó la curiosidad del mismísimo Spielberg. Ésta es una película complementaria de la anterior, desde perspectivas opuestas, la anterior era más heroica y ésta, en cambio, es mucho más sórdida y amoral. Un film en el que el cineasta se reencuentra con sus orígenes.

“El libro negro” cuenta mediante un largo “flash back” la historia de Rachel Steinn (espléndida Carice van Houten), cantante judía que, tras intentar huir sin éxito de la Holanda ocupada se une a la Resistencia bajo el nombre de Ellis de Vries. Siendo trascendental su ayuda, seducirá a un alto oficial alemán introduciéndose en el cuartel general de la Gestapo para sacar información de sus movimientos secretos. Linea argumental que es la primera de una cadena de paradojas y dilemas morales que convierten a la película en una montaña rusa emocional en la que no hay buenos y malos sino todo lo contrario. Si algo caracteriza el film es la rapidez con que sus personajes se quitan la máscara, convirtiéndose en su némesis en un periquete. Bien y mal no son las dos caras de una misma moneda, porque la moneda sólo tiene una cara.

Unos seres sumergidos en la traición constante de sus principios y a una ley del ojo por ojo que el pueblo holandés cultivó sin sentir vergüenza, castigando sin piedad a los colaboracionistas nazis. La brutal historia de una muchacha judía, que, aunque es victimizada, jamás se hizo la víctima, sólo luchaba por sobrevivir. El cine de Verhoeven siempre fue muy visceral y aquí no lo es menos, rompiendo con todas las convenciones morales de una sociedad a la que siempre miró de reojo, filmando siempre desde las entrañas y no desde la razón. Es también, un apasionante relato de espionaje con suave aroma hitchcockiano, incluyendo su “MacGuffin” que da título al film, una sucesión de incidentes, engaños varios, pistas falsas y sendas transformaciones del punto de vista.

Todo el film está construido sobre una idea, muy habitual en el cine de Verhoeven, y es la ambivalencia y la desconfianza mutua, como ocurría en “Instinto básico”, “Desafío total” o “Showgirls”. Hay un traidor entre los miembros de la resistencia, pero también hay oficiales nazis que engañan a sus superiores. La historia de una mujer a la que la vida le obligará a ser muy fuerte, tras ser humillada y abandonada por sus propios compañeros, dentro de una excelente evolución dramática del film. Verhoeven muestra sin contemplaciones la barbarie nazi, pero tampoco olvida cómo el pueblo holandés se ceba contra los que lucharon por la libertad con sus virtudes y errores, lacerándolos sin tregua desde la intransigencia.