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Voto de Antonio Morales:
8
Ciencia ficción. Fantástico. Acción. Thriller Thomas Anderson es un brillante programador de una respetable compañía de software. Pero fuera del trabajo es Neo, un hacker que un día recibe una misteriosa visita... (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de transcurridos casi catorce años, se impone comentar con cierta perspectiva, la influencia que ha tenido esta película para la historia del cine, o cuanto menos, en la ciencia ficción. Recuerdo cuando la vi en el estreno, recomendando y tratando de explicarles su argumento a mis amigos, lo cierto es que me tropecé con ciertas dificultades para explicar la historia de los hermanos Wachowsky pues adolecía de un cierto confusionismo que lindaba con la empanada mental. “Matrix” proponía, con una narración a veces embarullada y por momentos bastante inane, la posibilidad de que el mundo que habitamos no sea más que un infinito espejismo virtual, un artificio confeccionado por poderosas computadoras que, conectadas a nuestros cerebros, nos transmiten la impresión de que realmente estamos viviendo, cuando sólo somos prisioneros de una quimera.

Los protagonistas eran un grupo de proscritos que habían logrado eludir este embeleco colectivo y viajar desde la dimensión real a esta dimensión virtual donde la humanidad era esclava de las órdenes de un terminal informático. Traté de explicarle a mis amigos entonces que mi fascinación por el film no era por sus virtudes narrativas, sino por su estilización visual, en la que se concitaban la exaltación esteticista de la violencia (con peleas y tiroteos filmados como si fuesen coreografías ralentizadas, siguiendo las enseñanzas de Sam Peckinpah o John Woo), la animación manga, el popurrí “new age”, la imaginería “cyberpunk”, el culto desenfrenado al universo “online”, implicaciones simbólicas, metafísicas o filosóficas y cierto mesianismo apocalíptico.

En “Matrix” me pareció descubrir el nacimiento de una nueva forma de cine, mucho menos preocupada de la mera narración – la trama presentaba gruesas incoherencias – que en la formulación de imágenes epatantes ¿No será – me pregunté – que el cine entendido a la manera clásica está feneciendo, o mutándose en otra expresión mucho menos implicada en el fondo y más en la forma, más volcada hacia los hallazgos visuales? Muchos pueden entender que esta mutación del arte cinematográfico esconde una tendencia regresiva que acabará convirtiéndolo en un pasatiempo para generaciones huérfanas de neuronas que se dejaran embaucar por el despliegue de efectismos visuales. Para otros, “Matrix” simbolizará la recuperación de un cine prístino, una actualización de aquellas linternas mágicas que provocaban el asombro y la incredulidad de nuestros bisabuelos.

Lo que nadie puede discutir en “Matrix” y sus artífices, es la capacidad para generar expectación en torno al film, como ocurriera diecisiete años atrás con “Blade Runner”, se ha convertido en un manantial de incesante inspiración iconográfica que proyecta su magisterio sobre las creaciones del diseño, la publicidad, el vestuario y la arquitectura. Los hermanos Wachowsky crearon una obra que inauguró un nuevo capítulo sobre la historia del cine, atrapa el desconcierto de una época tan asediada de espejismos tecnológicos como el sombrío futuro que se invoca en sus fotogramas.
Antonio Morales
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