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Voto de Antonio Morales:
9
Drama El profesor Borg, un eminente médico, debe ir a la ciudad de Lund para recibir un homenaje de su universidad. Sobrecogido, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que acaba de abandonar su casa, tras una discusión con su marido, que se niega a tener hijos. Durante el viaje se detiene en la casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño, un lugar donde crecen las fresas ... [+]
3 de febrero de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de rodar “El séptimo sello” (1956), Bergman acudió a una clínica para un reconocimiento médico general; durante la instancia, y basándose en el intenso proceso de aislamiento personal que vivía en aquel momento, escribió este inolvidable guión sobre la soledad y la cercanía de la muerte. Bergman acababa de ver fracasar su matrimonio, y aunque sólo tenía 39 años, ya había conocido el éxito y el prestigio internacional, lo que le había sumido en un espinoso proceso autorreferencial del que muy pocos triunfadores son capaces de salir. Bergman condensó en el personaje del profesor Borg varios sueños que él mismo había tenido, su intensa sensación de soledad y los omnipresentes recuerdos de su infancia.

Son muchos los artistas que encuentran en su infancia una fuente de inspiración, pero en la obra de Bergman la infancia lo es casi todo, incluso cuando habla de relaciones de pareja solapa sus propias relaciones con la de sus padres. De hecho el verdadero motor de “Fresas salvajes”, más allá de los simbolismos oníricos, fue la difícil relación que Bergman atravesaba en aquel momento con sus padres. El retrato que Bergman muestra de sí mismo como un intelectual egocéntrico y autosuficiente toma vida gracias a la magistral interpretación de Victor Sjöström; el veterano actor y director (al que Bergman consideraba, su maestro) aporta su rostro, surcado de vivencias, tolerante y sereno, para que la incisiva mirada de Bergman se recree sin prisa en su contemplación. Los sueños, los recuerdos y los anhelos se vuelven, gracias a esa simbiosis, creíbles y emocionantes.

Una película hermosa y arriesgada para la época, un muestrario complejo y variado de las siempre difíciles relaciones entre los seres humanos, donde se reflejan las obsesiones del cineasta, sobre la propia identidad, una clara meditación existencial. Un anciano al borde de la muerte que pasa revista a su vida, tierna y dolorosa. Un viaje iniciático en busca del amor y de la vida, cuando uno presiente que se acerca la muerte. También se podría ver como una “road movie” donde curiosamente lo más interesante ocurre en las paradas. En definitiva, un compendio de lo que el cineasta había hecho hasta entonces en su fértil trayectoria. Finalmente, decir que el título español difiere bastante del original sueco que traducido sería: “El rincón donde nacen las fresas”, que si no estoy equivocado augura a la llegada de la primavera.
Antonio Morales
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