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Voto de Antonio Morales:
8
Drama. Romance. Comedia Jean-Louis, un ingeniero católico de treinta años, descubre un día a la salida de misa a Françoise, una mujer rubia, y presiente que algún día se casará con ella, pero la pierde entre la multitud. Por otra parte, su viejo amigo Vidal, marxista convencido, lo lleva a casa de Maud, una bella divorciada. (FILMAFFINITY)
7 de enero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eric Rohmer fue el redactor jefe de la famosa revista “Cahiers du Cinéma” desde 1957 hasta 1963, uno de los principales ideólogos de la “Nouvelle Vage”, y además, un prestigioso teórico cinematográfico. Su primera vocación fue literaria, y su llegada al cine se produjo como parte de su búsqueda personal de un lenguaje propio. “Mi noche con Maud” se inscribe dentro de la serie “Cuentos morales”, Rohmer dividió su obra en tres bloques principales: los citados “Cuentos morales”, donde destaca la película que nos ocupa, las “Comedias y proverbios”, y los “Cuentos de las cuatro estaciones”. Su interesante filmografía incluye además algunos otros títulos que no forman parte de ninguna serie.

Todos los “Cuentos morales” coinciden en un esquema similar, inspirado en la tradición literaria francesa: un hombre comprometido o casado conoce a otra mujer por la que se siente atraído. El hecho de conocer el esquema general de la serie, no le resta ningún interés. La brillantez de los diálogos de Eric Rohmer, sólo comparables a los de Igmar Bergman o Woody Allen, dotan de atractivo al desarrollo argumental, que en cualquier caso presenta muchas diferencias de un film a otro. En esta que nos ocupa, el protagonista, un ingeniero católico, se ha enamorado de una joven estudiante en la iglesia, pero ni siquiera la conoce, no existe ningún vínculo moral con ella y, sin embargo, Maud (Françoise Fabian), una mujer divorciada, inteligente y atractiva, representará para él, la abrumadora libertad sexual y sentimental que él no posee. De hecho, más allá de su historia de amor a dos bandas, el film en sí es una exploración, realizada a través de la figura de su protagonista masculino, de las contradicciones y las falsedades del sentimiento de culpa católico.

Se ha dicho muchas veces que esta es la mejor película de Rohmer, aunque no sea la más conocida, y es algo con lo que estoy absolutamente de acuerdo. En esta película se manifiestan más claramente que en ninguna otra las indudables cualidades literarias de Rohmer, pero también su inteligencia en la dirección de los actores y su buen gusto en la puesta en escena (sobria, casi ascética, fotografiada en blanco y negro por el español Néstor Almendros). Para esta película Rohmer abandonó temporalmente dos de sus principios anteriores: su tendencia a elegir actores jóvenes con poca experiencia profesional y el rodaje en exteriores; los protagonistas y en especial Jean Louis Trintignan, eran bien conocidos, y casi toda la película se rodó en estudio. Introdujo el sonido directo, que le acompañaría muchos años, y fue capaz de crear una atmósfera de verosimilitud que en el cine se alcanza en muy pocas ocasiones.


Los diálogos de esta excelente película abordan temas tan poco cinematográficos como la filosofía o la religión, pero su tratamiento es tan inteligente y veraz que mantienen un interés creciente por su desarrollo. Para Rohmer los personajes deben tener no sólo una realidad física, sino también una realidad moral, no se les juzga, ni se subrayan sus virtudes o sus defectos, son seres humanos complejos, en ocasiones prisioneros de sus convicciones morales, pero sinceramente humanos.
Antonio Morales
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