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Voto de Antonio Morales:
4
Aventuras. Drama Morel es un aventurero que viaja a una colonia francesa en África para luchar contra el exterminio indiscriminado de elefantes. Cuenta para ello con la ayuda de una nativa, de un excombatiente y de un presentador de televisión que se encargará de realizar un reportaje; pero tendrá también que enfrentarse con personas, cuyos intereses son opuestos a los suyos. (FILMAFFINITY)
14 de junio de 2016
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cada obra se esconden las vivencias del hombre que las hizo posible. A veces para escapar de su propia vida, otras para plasmar las vicisitudes de su biografía. De John Huston queda el retrato legendario que él mismo se obstinó en dibujar. Un tipo de acción, vitalista, un amante de los viajes exóticos, del riesgo, de la caza y la aventura. Una leyenda que Clint Eastwood en su “Cazador blanco, corazón negro” 1990, se encargó de desmitificar. Una vez más Huston volvía a África como había ocurrido con “La reina de África” siete años antes, pero en esta ocasión el film resultó fallido, a pesar de estar producida por la Fox en Cinemascope y un excelente fotografía en color de su operador habitual en esos años, Oswald Morris.

El propio Huston la detestaba por haber aceptado dirigirla cuando el guión no estaba bien pulido, así lo confesaba en una entrevista, aceptando algunas cosas positivas. El personaje de Morel (Trevor Howard), es tremendamente sugestivo e interesante, la fiesta donde aparece Morel con sus hombres para castigar a la anfitriona, la fisicidad del paisaje, etc. Realizador curtido en la era clásica, la aventura era un pretexto para abandonar la artificialidad de los Estudios de rodaje y arropar la puesta en escena de un naturalismo vigoroso. Pero Huston se muestra demasiado preocupado por la lección moral del film, descuidando la esencia de contar una buena historia. El film se sustenta sobre una voluntad crítica del panfleto bienintencionado.

El soporte literario lo proporcionó esta vez la novela de Romain Gary, ya en el papel, el argumento evidencia no pocos visos peligrosos. Pero el ridículo se completa con el visionado del film, donde a Trevor Howard le toca la pesada tarea de encarnar a un idealista, activista ecológico, que lucha por acabar con la caza de elefantes destinada al tráfico de marfil: “para fabricar bolas de billar y figuras de ajedrez”), se puede escuchar en un momento del film. Junto a él aparece un Errol Flynn que se pasea con un rifle en una mano y la botella de whisky en la otra en una última imitación de sí mismo, pues el actor moriría meses más tarde alcoholizado. Mientras que Juliette Gréco y Orson Welles parecen dos extraños que aparecen en el film, más por el incremento sustancial, más económico que artístico.

En cuanto al cineasta, era sobradamente conocida su afición a la caza de elefantes, a eso hay que añadirle un discurso que encaja con su poética cinematográfica. La fascinación por la aventura y el riesgo, la persecución de los sueños que pueden acabar convirtiéndose en pesadillas, la lucha por la existencia y el respeto por la naturaleza y el ecosistema. Todo ello en un país africano colonizado por una potencia extranjera, en este caso Francia y la resistencia indígena nacionalista que lucha por su independencia. El film forma parte del grosor prescindible en la larga carrera de Huston, en la que se sitúan proyectos fallidos y películas sólo alimenticias en trabajos sin rigor ni convicción.
Antonio Morales
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