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Voto de Antonio Morales:
10
Romance. Comedia Los camaradas Iranoff, Buljanoff y Kopalski han sido enviados a París para obtener dinero para el Gobierno ruso mediante la venta de las joyas confiscadas a la gran duquesa Swana, que vive en la capital francesa. Los tres camaradas se instalan en un hotel de lujo mientras los tribunales franceses deciden quién es el verdadero propietario de las joyas. El Gobierno ruso envía a Nina 'Ninotchka' Ivanovna Yakushova a arreglar las cosas. (FILMAFFINITY) [+]
15 de julio de 2014
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ernest Lubitsch era considerado en 1939 el máximo representante de uno de los géneros cinematográficos que mejor exponía los métodos y los intereses dominantes en el Hollywood de entreguerras: la alta comedia. En cierto sentido, se podría afirmar que Lubitsch constituyó en su momento un modelo perfecto de cómo adaptarse a unos condicionamientos previos para desarrollar a partir de ellos un discurso personal que los cuestiona. Frente a los propósitos de Hollywood, de realizar un espectáculo en torno a las pompas habituales de la “alta sociedad” para consumo y consuelo de los espectadores cinematográficos, Lubitsch mostró abiertamente la inanidad de sus personajes y su ambiente sublimando, sin embargo, su propia atracción por su medio social gracias a la puesta en escena de considerable elegancia. Dentro de este estilo se inscribe “Ninotchka”, una obra rebosante de mordacidad pero tierna a la vez, llena de ingenio y causticidad que satiriza tanto al capitalismo como al comunismo.

Así, “Ninotchka” se articula como oposición al maniqueísmo ideológico de la protagonista, a su férrea voluntad de luchar contra los cantos de sirena de Occidente, sin olvidar un rígido dogmatismo personal, frente al gusto por el hedonismo de la vieja Europa, por entender la vida por un deleite de los sentidos, por querer despojar a Ninotchka Lena Yukushowa (Greta Garbo) de sus objetos y atributos (su retrato de Lennin en la mesita de noche), su lenguaje enfático y aséptico, todo el film es la representación de una corrosiva farsa, un giro inesperado en cada secuencia. Todo ello bajo las reglas de una comedia romántica.

Un film muy coyuntural en lo que a sus planteamientos se refiere – a los compañeros de esta web que critican el tratamiento que se hace del comunismo, les recordaría que es sólo una parodia – opone a unos funcionarios soviéticos pintorescos seducidos por el goce de los aspectos mundanos del capitalismo y, en especial, a una comisaria política, Ninotchka encargada de supervisar la venta de las joyas confiscadas a una aristócrata exiliada. El mundo capitalista es representado por un hotel de lujo en un París romántico, que funciona más como una metáfora que como un espacio físico, y en un elegante gigoló, “el conde Leon” (Melvyn Douglas). Dado que el guión fue escrito por Walter Reisch, Charles Brackett y Billy Wilder, es posible pensar que éste último fuese quien tuviese la concepción del gigoló, dado que son recurrentes en su posterior obra como director y que ejerció en su juventud berlinesa.

Lubitsch hizo gala de las virtudes que le habían hecho famoso: el gusto por la elipsis, la habilidad con la que pasa de la suave ironía al sarcasmo y su talento para la dirección de actores. Todos ellos estupendos pero la Garbo algo rígida al principio del film, que fue promocionado en base al cambio de estilo en su carrera: “Garbo ríe”. Lo que explica mejor la segunda parte del film, una Diva más humana y natural. Hay escenas inolvidables que no voy enumerar porque están en la mente de todo aficionado al cine. Los diálogos son feroces, fuente de equívocos constantes, el culto a la personalidad, las alusiones a la jerarquía burocrática, las purgas políticas tan de moda entonces. El resultado es una obra que, a pesar del tiempo transcurrido, continúa conservando buena parte de su atractivo, porque para disfrutar a Lubitsch hay que ir más allá de sus imágenes.
Antonio Morales
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