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Voto de Antonio Morales:
8
Intriga En 1945, un hombre con un solo brazo llega al desolado pueblo de Black Rock. Es John MacReedy (Spencer Tracy) y busca a Joe Komaco, un granjero japonés cuyo hijo le salvó la vida durante la guerra. El comportamiento de los vecinos es extrañamente hostil y grosero, y las preguntas de MacReedy sobre Komaco no reciben respuesta. Es evidente que ocultan algo, lo que despierta la curiosidad del forastero, que no está dispuesto a irse antes ... [+]
16 de febrero de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este western, (desarrollado con las convenciones de una película de investigación, pero western, al fin y al cabo), cuya acción se sitúa en 1945, justo después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, constituye una de las mejores obras de un especialista en el género como John Sturges, autor de films ya clásicos como “Duelo de titanes”, “El último tren a Gun Hill”, “Los siete magníficos”, entre otras.

Al pequeño y solitario pueblo de Black Rock, perdido en mitad del desierto de Arizona, llega un hombre manco preguntando por un colono japonés establecido hace algunos años en una granja de los alrededores. Ante sus preguntas, se levanta un muro de silencio y la gente del lugar reacciona entre el miedo y la violencia. Un guión casi perfecto de Millard Kauffman, basado en la novela “Bad Time at Hondo”, original de Howard Breslin, ofrece una visión dura y precisa acerca del racismo y los delirios patrioteros de las comunidades primitivas del Oeste americano, exacerbados por las rivalidades nacidas de la guerra del Pacífico.

El personaje emblemático representado por Tracy-manco (excelente como siempre), vestido de negro y provisto de un envidiable autodominio, marca el rechazo que recibe en estas sociedades la presencia del “otro”, la persona diferente, el entrometido, cuya presencia rompe los esquemas y atenta contra la inmovilidad caciquil desde una posición exterior. Es el “forastero” de muchos westerns, pero esta vez con una curiosa misión que debe cumplir, asumiendo los inesperados problemas que de ella se derivan. Por primera vez el cine americano reconoce la existencia de comunidades japonesas en su suelo y la labor que llevaron a cabo en circunstancias difíciles, incluso sacrificando sus hijos en el frente luchando bajo la bandera de las barras y estrellas.

Un reparto de secundarios de lujo incluye, a Walter Brennan, Ernest Borgnine, Lee Marvin, Anne Francis, que está preciosa, y Robert Ryan que nos permite volver a disfrutar de su catadura como malvado de la función. Queda en el recuerdo la pelea entre Tracy y Borgnine en el bar, en la que el primero suple su deficiencia física con su sabiduría en lo relativo a artes marciales. La espléndida fotografía en cinemascope y color de William C. Mellor, admirable, tanto en la composición de interiores y encuadres que permite el formato, como en la captación de los espacios abiertos a la desolación en parajes desérticos.
Antonio Morales
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