Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
8
Western. Drama Vern Haskell recorre todo el Oeste en busca del hombre que violó y mató a su prometida. Alguien le dice que quizá lo encuentre en Chuck-a-Luck, un rancho que sirve de escondite a toda clase de criminales y cuya propietaria es la cantante Altar Keane. Para entrar en el rancho sin despertar sospechas, se hace pasar por un forajido. El problema es que en ese lugar hay una norma inviolable: está prohibido hacer preguntas. (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Encubridora” o “La leyenda de Chuck-a-luck” que es como debería haberse llamado, narra la historia de una venganza, es el tercer western que Fritz Lang rodó en América, el director germano nos ofrece un western espectral, con pinceladas surrealistas que muestra las afinidades de Lang con el cine negro. Sin embargo, no se trata tanto de afirmar que en “Encubridora” existe, late, se manifiesta una buena parte del cine negro langiano, como que el cine de Lang giraba en torno a las mismas obsesiones; principalmente los amores malditos y las pasiones turbulentas.

A pesar de su apariencia germánica, quizás ayudado por eso mismo. Es un western apasionado y profundamente romántico: tal como podía concebirlo un intelectual europeo enamorado de las sombras reflejadas en las paredes y de colores azulados que dan a los rostros una tonalidad de ultratumba; tal como podía imaginarlo un director que, rompiendo la normativa del género, se detiene a hacer una panorámica sobre el brazo de una mujer muerta; tal como podría planearlo un realizador enamorado de las casualidades y que va anudándolas a un ritmo vertiginoso: entre un asesinato y el cruel interrogatorio a un moribundo sólo media el aullido de un lobo, el brillo de una joya sobre un vestido de mujer reaviva el deseo de venganza.

El rancho “La rueda de la fortuna”, es un refugio de perseguidos y desesperados (donde está prohibido hacer preguntas personales); los primeros son desconfiados, mezquinos, mediocres, traicioneros; los segundos arrastran consigo, como la misma propietaria del rancho, una aureola maldita sintiendo la angustia de vivir. Bello western que desvela el sentido trágico de la existencia, de fascinaciones opuestas de extrañísima y desconcertante factura en el cine de la época, debido al hecho de haberse rodado casi íntegramente en estudio, donde apenas hay exteriores. Como en las mejores películas de Lang, la nocturnidad crea, con la bárbara cadencia de sus sombras, la pasión. El día, en “Encubridora”, crea una tensión corporal, física, casi insoportable. La noche crea una tensión intelectual, es más fácil morir de noche.

La canción que escuchamos en los títulos de crédito, en la exposición del conflicto y en los momentos finales. El tema, interpretado por William Lee, es un cantar de gesta moderno, sus resonancias son claramente épicas y sirve para anclar el relato en el territorio del mito, en ese espacio propio de la leyenda que se alza como semilla constituyente del western. El recuerdo de la gesta, presente mediante esa música popular de carácter melódico admirablemente punteada por el ritmo de una guitarra, nos conduce hacia un héroe que busca un lugar perdido, un espacio misterioso que está marcado por las aleatorias vueltas de la rueda de la fortuna. Se moviera donde se moviese, Fritz Lang supo extraer, ¡Y cómo!, lo más escondido de las conciencias de unos personajes que se crean a sí mismo con su furia y su dolor.

Continúa en Spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow