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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Un joven sacerdote es destinado a una pobre parroquia minera. Allí intentará por todos los medios poner fin, por medio del Evangelio, al justificado rencor de los mineros, que viven en una sangrante situación de miseria e injusticia social. (FILMAFFINITY)
22 de septiembre de 2015
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que habrá quien la repudie, por no tener pedigrí cultural, por ser antigua, religiosa, en blanco y negro, además de española y no ser intelectualmente atrevida, en cambio tiene el don de la emoción sin manipular los sentimientos. Recomiendo a los jóvenes a acercarse a este tipo de cine sin complejos ni prejuicios, Rafael Gil filma una película admirable y grandiosa, por su modernidad para esa época en la sociedad española. Premiada y reconocida en su momento, presenta una iglesia comprometida y alejada de la retórica hipócrita que tantas veces ha cosechado el catolicismo, que está con los desheredados. Un emocionante drama humano en la que un idealista clérigo, debe ganarse el respeto de sus feligreses, un joven pastor de la iglesia al que las circunstancias pondrán a prueba su fe. Una historia con reminiscencias de dramas mineros y humanistas como “La ciudadela” de King Vidor o “Qué verde era mi valle” de John Ford. Una comunidad con demasiado odio y tensión, donde es difícil llegar al corazón de sus moradores, rencorosos de tantos abusos e injusticias.

Heredera de una puesta en escena clásica y naturalista, la cámara de Alfredo Fraile está siempre en el sitio adecuado. Andrés (Claude Laydu) acaba de ordenarse sacerdote y le espera un futuro prometedor, tiene unas teorías un tanto atrevidas que causan recelo entre sus superiores. Las altas expectativas que su madre tiene depositadas en él, se truncan para ella cuando el obispo envía a Andrés a un pueblo minero, donde se necesita un ministro de Dios. Al llegar a su destino, el nuevo párroco se encuentra con una tensa situación marcada por la lucha de clases, acusado de traer la discordia en un pueblo divido por la mina. Con mucha voluntad, lleva a la práctica la doctrina social de la Iglesia, aplicando el Evangelio como medio para combatir las injusticias y buscar la conciliación frente al odio.

Allí conocerá al cabecilla del descontento minero encarnado por Paco Rabal, que se resiste a creer el consejo del padre Andrés, que donde reina la injusticia, la violencia sólo conlleva a perder la razón. El cineasta, gracias a un buen argumento y la buena música del maestro Rodrigo, nos presenta con unos excelentes recursos expresivos el drama de la mina, los de arriba y los de abajo, explotadores y explotados ¡En la España de Franco!, y luego están los niños inocentes que también sufren esa hostilidad, ese clima malsano de desconfianza y rencor. Estupendo trabajo de los actores infantiles, un retrato moderno y progresista de la iglesia que está donde es su sitio, como no cesa de repetirlo el Papa Francisco… con los que sufren.
Antonio Morales
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