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Voto de Antonio Morales:
8
Aventuras. Drama. Romance El capitán Providence, el último de los grandes piratas es, en realidad, una mujer, Anne, que siente un profundo odio hacia los ingleses porque mataron a su hermano. Tras el abordaje de un navío inglés, Anne libera a un francés que dice ser corsario y es enrolado en el barco de la mujer pirata, el Reina de Saba. (FILMAFFINITY)
22 de junio de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay clásicos del cine de aventuras que se distinguen por la importancia que la sexualidad tiene en su trama, como esta que nos ocupa, “La mujer pirata”. Jacques Tourneur es un cineasta que frecuentó varios géneros, poniendo siempre un toque de sensualidad infrecuente. El personaje que da título a “La mujer pirata” es Anne Providence (una estupenda Jean Peters) a la que en las Indias Occidentales, donde es temida por su arrojo como pirata, se conoce como Capitán Providence, y es la protegida del capitán Teach, conocido a su vez como Barbanegra, no menos temido, quien se encargó de su educación.

Desde su conducta varonil, Anne irá descubriendo la sensualidad, el amor, el engaño, los celos, la venganza y el perdón, a causa de su relación con un mediocre individuo llamado Pierre François La Rochelle (un discreto, Louis Jourdan), quien se enrola como piloto en la nave de Anne, con el objetivo de poner a la mujer pirata en manos de la justicia británica a cambio de conseguir de ésta la devolución de su propio barco. Es decir, Anne toma conciencia de su condición de mujer por medio de un hombre que actúa con doblez, pasando por encima de la amistad y el amor.

Un hombre que comete bajezas para recuperar su barco y una mujer que descubre que ha sido manipulada, enfrentan sus sentimientos a través de varias secuencias ejecutadas al modo de rituales que tienen como finalidad sumir a Anne en un profundo desamparo. Esta situación, expuesta con brillantez más que notable, es el eje de una espléndida película de aventuras que constituyó casi un punto y aparte en el género. La opacidad de los personajes, la ácida melancolía de su tono, la ambigüedad del tratamiento argumental, su hondo pesimismo, la antipatía que despierta el otro personaje femenino, Molly La Rochelle (una desdibujada Debra Paget), el despertar de Anne a la sensualidad, la decepción que le causa la conducta de Pierre, las relaciones que mantiene con los hombres que cuidan de ella (Barbanegra, el doctor y su segundo de a bordo) y la atmósfera funesta del relato distinguen a “La mujer pirata” de los anteriores filmes de aventuras marinas rodadas en Hollywood y hacen de él una obra singular.

Resulta curioso que el plano fijo inicial, en vez de informar de la época en que se desarrolla la acción, como era frecuente en el cine de aventuras, muestran nombres de piratas abatidos por el Poder. Como siempre en Tourneur, importa tanto lo que se ve como lo que no se ve, lo que queda expresado como lo que queda sugerido. Pocos cineastas merecen el calificativo de poeta de lo invisible, Jacques Tourneur sí.
Antonio Morales
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