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Voto de Antonio Morales:
7
Intriga. Thriller. Cine negro. Drama Un marinero encuentra a un hombre moribundo que antes de expirar dice un nombre: Mister Arkadin. Después de una serie de pesquisas, el marinero da con el misterioso personaje: un millonario, dueño de un imperio industrial y financiero, que vive encerrado con su hija en una mansión de la Costa Azul. Una vez localizado, el propio Arkadin, que padece amnesia, pide que se haga una investigación sobre su pasado. (FILMAFFINITY)
7 de diciembre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque oficialmente se dice que el cineasta se inspiró en un personaje de un programa de radio (Greek meets Greek, dentro de “Las aventuras de Harry Lime") que Welles había realizado para la BBC, circula por ahí otra versión del origen y la idea. Al parecer, Orson Welles se inspiró para construir el personaje de Arkadin, en Nubar Gulbenkian (1896-1972) el hijo del rey armenio del petróleo, y no sólo por su físico (si consultan Google, comprobaran la similitud física), que Welles se cuida de caracterizar, sino también por su modo de vida, residente en la Costa Azul, aficionado a las mujeres, los vinos y los caballos, pudo muy bien ser como vemos en el film, el personaje más atractivo, misterioso e inquietante que el dinero nos ha ofrecido, aquí bajo el nombre de Arkadin.

Como todos sabemos fue una coproducción con un casting ligeramente diferente entre la versión española y la versión internacional (Confidential report) en algunos secundarios (Amparo Rivelles e Irene Lopez de Heredia por Suzanne Flon y Katina Paxinou), además del variopinto reparto protagonista internacional. Parece inevitable comparar la trama de “Mr. Arkadin” como una versión libre de “Ciudadano Kane”, pues en ambos films un investigador pretende averiguar el secreto oculto de un poderoso magnate, para lo cual intentara reconstruir su vida a través de las personas que lo han conocido. La diferencia estriba, en que es el propio millonario, con el supuesto pretexto de una amnesia, el que encarga la indagación, a fin de acabar con todos los testigos que conocen su origen y pueden poner en peligro sus planes. Difícilmente confesables, ambiciosos y corruptos, porque Arkadin como Kane compraban tanto bienes como individuos.

Arkadin posee, mansiones, yates y negocios en diferentes lugares del mundo y se mueve de forma habitual e imprevisible. De ahí la dificultad del malencarado Stratten (Robert Arden) en su siniestro objetivo de chantajear a su patrón. La trama resulta, enrevesada, laberíntica e indescifrable por la cantidad de personajes, sus diálogos incesantes y sus permanentes cambios de localización. Y a pesar de ello, el film está lleno de secuencias memorables, narrada en varios “flash backs” (al menos en el montaje español), los encuentros de Stratten con diversos personajes, desde el sastre moribundo (Akim Tamiroff) hasta el inquietante anticuario (Michael Redgrave), su relación con la propia hija (Paola Mori). Rodada en paisajes españoles muy reconocibles que él amaba, que aborda también el tema de la soledad, la vejez y el fracaso de la amistad, temas muy shakesperianos que tanto influyeron en el genio de Winsconsin.

Un film personalísimo y a la vez apasionante, detrás de cada plano está su aliento, su estética barroca y expresionista, plena de contrapicados y angulaciones de cámara creando una sensación de desequilibrio, angustia e irrealidad, quizás donde Welles ha puesto más al descubierto su talento para el delirio, donde ha hecho unos esfuerzos más gigantescos para demostrar que podía romper las ataduras que el cine con sus penurias intentaba ponerle. Welles se lamentó de que no le dejaron montar el film, pues en su versión el montaje temporal era explosivo: “El uso del pasado y del presente era realmente muy audaz. Lo mejor del film era su construcción. Y eso es lo que ahora resulta peor” mantenía el cineasta. Arkadin no quiere que su hija conozca su pasado, porque es un ventajista, un hombre que vive de la descomposición del mundo. Arkadin es un aventurero ruso, un hombre que se ha hecho a sí mismo en un mundo corrupto. Él es el paradigma de ese universo.
Antonio Morales
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