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Voto de Antonio Morales:
6
Drama Rosetta, una joven adinerada, después de intentar suicidarse en un hotel de Turín, conoce a Clelia, una vecina de habitación a la que confía todos sus problemas. Clelia es una joven de origen humilde que pretende abrir en la ciudad un negocio de moda. (FILMAFFINITY)
15 de enero de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría lógicamente entenderse esta película, como el prefacio de lo que sería en un futuro cercano el estilo personal de su cine, basado en la incomunicación existencial, en obras que permanecen en la mente de todos los aficionados al cine (“La aventura” “La noche” y “El eclipse”). Rosetta (Madeleine Fischer) ha intentado suicidarse en hotel de Turin, la joven lo hizo debido a la insatisfacción que le producía el vacío de su existencia (se queja de lo estúpido que le resulta vivir sólo para elegir que ropa ponerse), rodeada de personas vacías, y tras descubrir la mediocridad y cobardía del hombre del que estaba enamorada, un pintor llamado Lorenzo (Gabriele Ferzetti).

Una vez repuesta en el hospital, va a parar a una suerte de limbo poblado por muertos en vida, que se desenvuelven en una serie de situaciones que van revelando la profunda superficialidad y mediocridad de esas personas que la rodean. Como decía al principio de esta reseña, Antonioni ya muestra gran parte de lo que será su cine, desde la hipocresía de las relaciones humanas hasta el vacío de las costumbres sociales y la banalidad de las reuniones, pasando por la incomunicación y el amor por la literatura de un hombre, el piamontés Cesare Pavese (de quien adaptó aquí “Entre mujeres solas”, pero que siguió estando espiritualmente presente en sus siguientes obras). Una visión desoladora de la burguesía italiana en plena época del desarrollo económico.

Un tiempo en que los profesionales liberales y artistas se distinguen por su frivolidad, su necedad y su miedo al compromiso; ellas, esposas y novias frívolas, o la directora de una futura tienda de modas, se distinguen por esas mismas cosas (“siempre hay que fingir” asegura una de ellas). Un democrático reparto de insuficiencias humanas. Solo hay dos excepciones, aparte de Rosetta que anda como un fantasma, deprimida y sollozando entre unos y otros, la primera es Cleila (Eleonora Rosi), en la que se detectan rasgos de un tipo de mujer que se esfuerza por obtener un nuevo rol social y la segunda, la ceramista Nené (Valentina Cortese), la esposa del pintor Lorenzo, dispuesta a sacrificarse por amor. Antonioni antepuso la verticalidad de la historia y los personajes a la horizontal de la narrativa y la realidad. Una película interesante y nada desdeñable.
Antonio Morales
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