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Voto de Antonio Morales:
10
Comedia. Romance Un pobre vagabundo (Charles Chaplin) pasa mil y un avatares para conseguir dinero y ayudar a una florista ciega (Virginia Cherrill) de la que se ha enamorado. (FILMAFFINITY)
1 de agosto de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada en pleno auge del cine sonoro, “Luces de la ciudad”, que se mantiene fiel a la forma estética que Chaplin había llevado a su plenitud, representa la culminación del ciclo de Charlot y discurre en una gradación excepcionalmente matizada de sentimientos entre dos secuencias magistrales: el primer encuentro de Charlot con la florista ciega y su reencuentro final. La primera plantea el tema esencial de la película y revela la eterna tragedia del personaje del vagabundo. Charlot representa a cualquier hombrecillo corriente, en cualquier país del mundo, que aspira a la dignidad. La última escena que no voy a describir por respeto a quien la desconozca, sólo diré que para mí es la más hermosa de la historia del cine.

Chaplin había perdido a su madre durante el rodaje de la película, quizás le influyó decisivamente para hacerla tan sentimental en el mejor sentido de la palabra. Muestra el amor con humildad y sencillez, amor platónico, pero lleno de ternura que le ofrece un hombrecillo sin recursos, tímido pero enamorado, llevándonos de la hilaridad a la emoción. Amor altruista y sincero, lleno de poesía y ajeno al egoísmo, pues se conforma con ver a su amada a través del cristal, el hombrecillo que es apedreado y ridiculizado por los niños, simplemente por ser un vagabundo al que nadie importa su triste existencia.

No cabe la menor duda que Charles Chaplin, sabe llegar al corazón del espectador, él no necesitaba palabras, fue uno de los cineastas más grandes de la historia del cine, que triunfó tanto en el cine mudo, como en el sonoro (a pesar de sus reticencias al sonido). Muy pocos artistas dominaron como él, todas las facetas del cine, desde el guión al montaje, desde la fotografía a la puesta en escena, desde la producción hasta la dirección, incluso componía la música, y todo ello tras crear el personaje más humilde, tierno, pícaro y universal del séptimo arte: Charlot, un icono de referencia.

El artista universal comprometido, en mi opinión, debe ser el azote inmisericorde con los poderosos y la benevolencia y comprensión con los marginados y perseguidos, es lo que Chaplin siempre practicó. Si la grandeza de un artista reside en la envergadura de su atractivo para los demás hombres, Chaplin se merece entonces un lugar entre los más destacados de todos los artistas de la historia del género humano.
Antonio Morales
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