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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Gran Bretaña, en un futuro indeterminado. Alex (Malcolm McDowell) es un joven muy agresivo que tiene dos pasiones: la violencia desaforada y Beethoven. Es el jefe de la banda de los drugos, que dan rienda suelta a sus instintos más salvajes apaleando, violando y aterrorizando a la población. Cuando esa escalada de terror llega hasta el asesinato, Alex es detenido y, en prisión, se someterá voluntariamente a una innovadora experiencia de ... [+]
28 de marzo de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación muy personal por parte de Kubrick sobre la novela homónima de Anthony Burgess, si bien desde una misma línea de pensamiento, ambos comparten la misma premisa, que describe al hombre como un ser que convive con la maldad en su interior. Pero difieren en cuanto a que, el escritor británico cree en la redención del individuo a través de su condición de católico y por el contrario Kubrick aboga porque la maldad es consustancial al hombre, aunque se manifieste tan sólo en algunos periodos a lo largo de su vida.

Al margen de las diferencias establecidas entre novela y film concernientes a la forma y a la intensidad de la exposición de la violencia en uno u otro caso, Kubrick dota de una mayor carga sexual a su obra, en contraste con la novela de Burgess. Las escenas del ataque de Alex a la casa de “la mujer de los gatos” es altamente revelador. Es tan solo un ejemplo de la reiterada presencia del sexo a lo largo del film, un elemento que, combinado con la audición de la música de Beethoven, provoca en Alex un efecto de catarsis.

La preocupación de Kubrick radica en hacer una exposición futurista del fenómeno de la violencia. Y la forma absurda y estúpida de combatirla por parte del legislador, más pendiente de su rédito popular y político, que del empeño de encauzar esa violencia despiadada, sin profundizar en las raíces del problema. Kubrick antepone un concepto efectista a un tratamiento psicológico de los personajes a través de la planificación. “La naranja mecánica” se corresponde con el concepto de una fábula moral de nuestro tiempo. Probablemente, si el cineasta hubiera situado la acción en la época romana o en la edad media, manteniendo similares dosis de violencia y salvajismo, hubiera sido saludada como “una metáfora sobra la sociedad actual” o comentarios similares. Pero en “La naranja mecánica” nos resultan demasiado próximos y reconocibles sus personajes.

Desde el vagabundo irlandés que recita las andanzas de Molly Mallone antes de ser apaleado por Alex y sus “drugos” hasta el pragmatismo del Ministro del Interior que utiliza toda clase de argucias políticas. El argumento va más allá, especulando que para el gobierno el método Ludovico no es más que una forma de experimentar con cierto tipo de reclusos a los que se utiliza como cobayas para lavarles el cerebro. Pero para el Ministro, los verdaderos reclusos que deben permanecer en prisión son los agitadores políticos y escritores subversivos, pues la falta de una ideología común y uniforme (es decir, la dictadura), deriva en la fragilidad de nuestra sociedad. Por otro lado, resaltar que Kubrick es un consumado maestro en servirse de la música clásica para su cine, al igual que Ingmar Bergman, que siempre encuentran el tema perfecto para potenciar dramáticamente las situaciones. En esta ocasión, además del tema inmortal de Gene Kelly, “Singing in the rain”, asistimos a la Novena Sinfonía de Beethoven y la obertura de la ópera de Rossini, “La Gazza lladra”. Resumiendo, Kubrick realiza un film brillante e inteligente que abre perspectivas al espíritu.
Antonio Morales
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