Estamos ante uno de los mejores films que, aunque tangencialmente, aborda la célebre leyenda negra que envuelve a la conquista española de América, un tema interesante y controvertido, no siempre abordado con la objetividad que merece. Con un presupuesto austero, Werner Herzog filmó con unas dificultades que parecen translucirse en el material rodado, rebosante de inmediatez, fisicidad y verosimilitud. Desde las primeras imágenes en que una expedición humana atraviesa un sendero al borde del abismo, la película transmite un poder casi hipnótico, una atmósfera que sumerge al espectador en la aventura descrita. Apasionante inmersión en un viaje hacia la utopía que se transforma, progresivamente en un análisis de un trayecto hacia la locura.

La historia del hidalgo español Lope de Aguirre, que se denominaba a sí mismo la cólera de Dios, fue recogida por Gaspar de Carvajal, uno de los frailes que viajó al Perú con Pizarro; posteriormente, nombres como Torrente Ballester y Ramon J. Sender profundizaron en este fascinante episodio de la conquista de América. Aguirre acompañado por un grupo de aventureros, se lanzó en pos del legendario El Dorado sin conocer su ubicación y sin ni siquiera estar seguro de su existencia; las dificultades del camino, magistralmente mostradas por Herzog con planos largos y cámara al hombro en plena selva, precipitaron la degradación moral de la expedición. El carácter iluminado y violento del protagonista, que encontró en Klaus Kinski un perfecto acomodo, nos introduce en una odisea progresiva en intensidad que mezcla aventura con un importante trasfondo metafísico que conduce irremisiblemente a la reflexión. La desnuda belleza de este film, el mejor en la filmografía de su autor, debe tanto a la fotografía de Thomas Mauch como a la certera elección de los encuadres y los desplazamientos de la cámara.

Aunque es un film de aventuras, cadencioso y épico, está cargado de reflexiones sobre la tiranía, la violencia y la enajenación, pero interesada hasta el último instante por la peripecia de un grupo humano. Herzog aprovechó la compleja figura de este guipuzcoano de Oñate para desarrollar una de las reflexiones más agudas y certeras sobre la degradación moral de un ser humano. A Herzog, siempre le había cautivado este episodio de la historia de España aunque nunca pretendió una adaptación rigurosa de los hechos históricos, ante la escasez de documentos de la época, el cineasta llevó a cabo una síntesis de varios momentos distintos, todos ellos del siglo XVI, e hizo coincidir en el tiempo personajes que no llegaron a conocerse. En cualquier caso, no cabe duda que es una obra fascinante.

Continúa en spoiler.