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Voto de Antonio Morales:
10
Intriga Scottie Fergusson (James Stewart) es un detective de la policía de San Francisco que padece de vértigo. Cuando un compañero cae al vacío desde una cornisa mientras persiguen a un delincuente, Scottie decide retirarse. Gavin Elster (Tom Helmore), un viejo amigo del colegio, lo contrata para un caso aparentemente muy simple: que vigile a su esposa Madeleine (Kim Novak), una bella mujer que está obsesionada con su pasado. (FILMAFFINITY)
15 de junio de 2013
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi opinión, ésta es la mejor película de Alfred Hitchcock, la vi por primera vez cuando se reestrenó en los cines de España en 1984, después de muchos años retirada de los canales de distribución, la impresión que me causó fue enorme, al contemplar una obra tan deslumbrante, pues yo tan sólo conocía al maestro por sus películas de suspense en T.V., pero a partir de entonces comprendí que tras esa etiqueta superflua se hallaba un cineasta complejo que diseccionaba el alma humana, buscando respuestas, recreando sus fobias y sus filias bajo cualquier pretexto o “McGuffin”, como él solía llamarlo. Luego supe que los críticos de la revista “Cahiers du cinema” lo habían colocado en el lugar que merecía, entre los grandes del cine.

Basada en una flojita novela de Boileau-Narcejac “De entre los muertos”, Vértigo no es deudora de nadie más que de su director. Él diseñó el “look” de la imagen, él dio las directrices del guión, él creó de la nada a los personajes; en definitiva: él hizo una obra personal, única e irrepetible. ¿Por qué todas estas alabanzas, repetidas desde hace tantos años en libros y revistas, en críticas y ensayos? ¿Por qué esta película ha suscitado el interés de gentes tan aparentemente alejadas del cine como filósofos o pintores? Sencillamente porque en Vértigo se está hablando de algo muy profundo, de algo que permanece en el subconsciente de cada uno y cuando aflora en forma de obra de arte es reconocido de una forma instintiva.

Vértigo no trata sólo de la acrofobia, que desde las primeras imágenes padece Scottie, un magistral James Stewart, sino de un vértigo mucho más oculto y mental, el vértigo de la creación, mejor dicho, de la recreación. La verdadera historia de la película, la más importante empieza cuando el espectador no advertido cree que se ha terminado con la muerte de Madeleine. Hitchcock obeso y obseso habla de necrofilia, pero no es sólo necrofilia lo que mueve a Scottie, sino la melancolía de la ausencia, que le impide aceptar vivir sin Madelaine y por eso la busca en todas partes. Pero no la quiere muerta, la quiere viva; por eso, cuando encuentra a Judy piensa que la ha reencontrado.

Vértigo es como un sueño que nos arrastra en sus espirales desde los famosos títulos de crédito creados por Saul Bass, mientras suena la maravillosa música de Bernard Hermann inspirada en la obertura de la ópera “Tristan e Isolda” de Wagner, sus tiempos son más musicales que dramáticos y no tienen una relación con el tiempo real. Tanto la rubia y misteriosa Madeleine como la pelirroja y sensual Judy, una fascinante Kim Novak, no sólo engaña y enamora a Scottie, sino al espectador que la sigue fascinado y se desespera junto con él. Si el cine es el arte de lo imaginario, pocas veces sueño y realidad habían sido objeto de un tratamiento tan obsesivo como el que ofrece Hitchcock en Vértigo. Consiguió una obra maestra de irrefrenable belleza visual, pero también una película inquietante sobre el amor y la pasión.
Antonio Morales
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