Emotiva y entretenida, pero que pasa de puntillas por los asuntos escabrosos, autocomplaciente en todo momento sin implicarse como se espera de un cineasta como Eastwood. Morgan Freeman está realmente bien, domina físicamente la película con su carisma, pero todo es demasiado dulce, previsible y sin garra, como si no quisiera molestar a nadie. Se pasea sigilosamente por las anécdotas sin profundizar en lo que supuso la política del apartheid. Eastwood utiliza el pretexto del equipo de rugby, como metáfora de unión de un país dividido y enfrentado por el tema racial. Matt Damon que está bastante discreto, encarna al capitán del equipo de rugby, está bastante desaprovechado en el sentido del carácter del personaje, que se supone representa a la minoría blanca del país.