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Voto de Antonio Morales:
9
Drama. Fantástico Japón, siglo XVI. Durante la guerra civil, los aldeanos Genjuro y Tobei pretenden hacer fortuna: Genjuro como alfarero y Tobei como samurai. Ambos dejan a sus esposas abandonadas para cumplir con sus ambiciosos sueños. La misteriosa Lady Wakasa, otra víctima de la guerra, se cruzará en el camino de Genjuro. (FILMAFFINITY)
9 de mayo de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera película de Kenji Mizoguchi estrenada en Europa deslumbró por la belleza de su fotografía y sus planos pictóricos, verdaderos cuadros en movimiento donde se dan cita la luz y la sombra, la plasticidad y la fragilidad, lo terrenal y lo etéreo. Autor de más de 80 películas que se inicia en la segunda década del siglo XX, adquiriendo reconocimiento a partir del León de Plata por esta película en Venecia. Los japoneses, por naturaleza taciturnos y serenos, son grandes amantes de la luna, protagonista de historias fantásticas, donde el astro nocturno evoca un espacio difuso entre la realidad y el sueño, en la frontera del territorio de los vivos y los muertos. Pero lo que Mizoguchi pretende es contar un cuento aparentemente simple, una sencilla pero a la vez sabia fábula moral que marcará la vida de unos seres que sólo podrán valorar lo que poseen cuando lo hayan perdido, cuando expíen de una u otra forma, sus culpas.

La trama, ambientada en el siglo XVI, está construida alrededor de un enfrentamiento moral y del desprecio de la convencional separación entre realidad y fantasía. Las dos parejas (los 4 protagonistas) del film componen dos grupos de diferente mentalidad y distintos objetivos. Ellos, el alfarero Genjuro y su cuñado Tobei se caracterizan por la pasión de sus sueños y por la violencia que ponen en hacerlos realidad: Genjuro no duda en arriesgar su vida para proteger el fuego del horno que le proporciona trabajo y dinero; impulsado por la codicia, emprende viaje a la ciudad en condiciones adversas y durante el camino abandona a su esposa e hija, que no pueden seguirle, será víctima fácil de la fascinación de la princesa Wasaka… Si el sueño de Genjuro es la riqueza, el de Tobei es la gloria militar, para lo cual invierte todo su dinero en la compra de una armadura y hacerse samurái, desentendiéndose del peligro que acecha a su esposa. Ellas en cambio, prevén los desastres que van a sufrir por causa de la ligereza de sus maridos y recomiendan en vano, una prudencia cuya carencia transforma sus vidas.

Todos ellos conviven en un paisaje belicoso, a veces por caminos bien divergentes en un escenario de guerras feudales, de saqueos y pillajes sin hallar la frontera de lo real y lo onírico, viviendo fantasías y sueños que pueden surgir en un mercado callejero o en una humilde cabaña, sin que el cineasta trabaje el contenido del plano en otro sentido distinto al de cantar el nacimiento de la fascinación o glosar la pervivencia del sentimiento amoroso plagado de una estética poética y onírica. Un film de pocas palabras y muchas miradas y gestos, de suaves panorámicas y elegantes planos medios, la profundidad de campo con cambiantes términos, de fascinantes kimonos y geishas, de casas encantadas cuyo lirismo impregna por igual a la hechicera seducción de la fantasía y a la punzante amargura de la grisura cotidiana, donde el paso del tiempo se da en un mismo movimiento, así como otras veces el paso de realidad a sueño se da dentro del mismo plano, sin subrayados y sin cambiar de tono, todo ello en un film lleno de momentos privilegiados, donde cuesta recoger todo lo que nos propone.

Esta joya imperecedera es una de las mayores reflexiones que haya visto nunca sobre el verdadero carácter de cada sexo. Uno, el masculino sólo parece hecho para el capricho, la guerra, la codicia, lo banal; otro, el femenino, para la paciencia, la entrega, el sacrificio; breve, para lo que el hombre lo ha destinado sin consultarle. Lo que busca el cineasta es mostrarnos, de qué forma se puede vivir equivocadamente en función de unos valores que se abrazan con fervor hasta que se demuestra su diáfana banalidad. De los hombres y de las mujeres nos habla el director japonés, sin petulancia ni soberbia, desde la milenaria filosofía oriental de Confucio y Buda.
Continúa en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
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