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Voto de Antonio Morales:
7
Aventuras. Acción. Romance En el año 1193 A.C. el joven Paris (Orlando Bloom), hijo de Príamo y príncipe de Troya, rapta a su amada Helena (Diane Kruger), esposa de Menelao, el rey de Esparta, lo que desencadena la Guerra de Troya, en la que se enfrentan griegos y troyanos. Comienza entonces el asedio de la ciudad de Troya por parte del ejército griego, que duraría más de diez años. Aquiles (Brad Pitt) era el gran héroe de los griegos, mientras Héctor (Eric ... [+]
7 de junio de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine americano ha sido denominado tradicionalmente como una fábrica de sueños donde todo es posible, un fenómeno gracias al cual, te permite viajar en el tiempo. El pasado, qué duda cabe, atrae, magnetiza, ejerce una fascinación por sensaciones nuevas de conocimiento. El cine posee una virtud especial: la de recrear la apariencia de mundos y civilizaciones, sumergiendo al espectador en una ficción absorbente, en un viaje único cuyo atractivo va más allá de los meros hechos relatados. El cine actual apuesta, en definitiva, por la reconstrucción mediante técnicas digitales, de universos perdidos y recrea de forma apabullante batallas épicas jamás imaginadas. Ha irrumpido un nuevo tipo de cine épico imposible de ignorar, aunque creo que debe prevalecer los personajes humanos por encima de la tecnología.

Hay clásicos cuyo poder de fascinación no disminuye, y el poema épico de Homero sobre la Guerra de Troya “La Iliada” es uno de ellos. A pesar de tener un guión mejorable, la puesta en escena de esta mítica tragedia, no cabe duda que es atractiva, más pragmática que romántica, quedando claro desde el primer momento que el rapto de Helena por Paris es para el rey Agamenón hermano del marido ultrajado, la excusa para invadir Troya en su política agresiva de expansión. El núcleo dramático oscila en torno a la contraposición de Aquiles y Héctor, no por casualidad los dos personajes mejor dibujados.

El primero es un solitario, una figura trágica cuya fama como guerrero invencible provoca a su paso odio y temor, pero cuya vida carece de rumbo, vacía y sin sentido. Por el contrario, Héctor es un padre de familia atrapado por el peso de sus obligaciones hacia Troya, hacia su padre el rey Piamo, Hacia su hermano Paris al que protege sabedor de la irresponsabilidad de éste. Su vida al contrario que Aquiles está llena, de acuerdo con sus convicciones. Hay en “Troya” un tímido atisbo de intimismo que aflora a veces por las rendijas de su grandioso formato, por más que tan sólo sea a ráfagas y en la mayoría de ocasiones por la buena labor de los intérpretes, abundan quizás los movimientos de grúas y las panorámicas aéreas, muchas de ellas hechas por ordenador. Apabullan los gigantescos decorados, los bellos paisajes y los colosales ejércitos.
El talón de Aquiles de esta película, y nunca más apropiada dicha expresión, radica sobre todo en su constante servidumbre hacia el espectáculo grandilocuente, como suele esperarse de una superproducción con esta pléyade de actores famosos medianamente acertados. El desmedido afán pirotécnico relega hacia un segundo plano, las problemáticas éticas planteadas en el texto que le sirve al film como coartada cultural. Desdibujando el perfil psicológico de algunos personajes, como el de Helena de Troya, excesivamente decorativo. Acaso las dudas éticas de un Aquiles que se debate entre la fidelidad a su señor y sus íntimas convicciones sea lo más interesante del film, junto al épico enfrentamiento con Héctor, otra de las figuras mejor perfiladas en esta cinta entretenida pero decididamente epidérmica. “Troya” es una nueva demostración de que cada película es hija de su tiempo, por lo tanto no defrauda para lo que se espera de ella, un espectáculo total.
Antonio Morales
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