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Voto de Antonio Morales:
9
Bélico. Drama Narra la historia de Desmond Doss, un joven médico militar que participó en la sangrienta batalla de Okinawa, en el Pacífico durante la II Guerra Mundial, y se convirtió en el primer objetor de conciencia en la historia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso. Doss quería servir a su país, pero desde pequeño se había hecho una promesa a sí mismo: no coger jamás ningún arma. (FILMAFFINITY)
9 de diciembre de 2016
18 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía mucho tiempo que no salía del cine tan impresionado, olvídense de verla online por el ordenador, este film sólo se aprecia en toda su dimensión desde la pantalla grande. Mel Gibson filma un grandioso mosaico humano, un melodrama bélico en clave de biopic que hunde sus raíces en el relato lírico y poético del clasicismo americano, pero desde una perspectiva técnica moderna y no acomodaticia en la puesta en escena, homologable a los épicos relatos de J. Ford, H. Hawks o R. Walsh. Este extraordinario film, uno de los mejores de los últimos años, se revela como un drama denso, reflexivo, emotivo y visceral. En poco más de dos horas de narrativa ágil y amena, Gibson plasma con maestría la vida de Desmond (excelente Andrew Gardfiel). Un ser que nunca lastimó a nadie pese a ser humillado, hace falta mucho valor para entregar tu vida a los demás. Ese es el mayor atractivo de esta historia de amor al prójimo, altruismo a contracorriente sin importarle las consecuencias personales.

Durante la toma de Okinawa por las tropas americanas, en la primavera de 1945 en la campaña del Pacífico, Desmond Thomas Doos, adventista del 7º día salvó sin empuñar un arma por motivos de conciencia a 75 hombres heridos en el campo de batalla, muchos de ellos eran compañeros de instrucción, que unos días antes, le habían infligido una paliza por pensar diferente en sus convenciones morales y religiosas, considerado indigno y cobarde por ofrecerse voluntario como médico de campaña para salvar a sus semejantes. Y lo hizo en pleno campo de batalla mientras rezaba y pedía a Dios: “Por favor Señor, déjame salvar a uno más...” en un momento en que la fe, la determinación y la locura hallan su expresión más humana. Un hombre humilde de profundas creencias religiosas que nunca se separó de la pequeña biblia que le había entregado su esposa (Teresa Palmer) con una foto dedicada. Tras ser condecorado con la medalla al honor, se negó reiteradamente a vender los derechos de su vida al cine, porque nunca buscó la fama hasta sus últimos días en que los donó a la iglesia.

Articulada en tres partes: la infancia y juventud, una evocación idílica y sentimental pero también áspera y desencantada que retrata la Virginia, conservadora y puritana; el adiestramiento como soldado que le sirve al cineasta para presentar la intolerancia militar y al resto de personajes (incluyendo un poco de humor) y compañeros por los que arriesgará su vida; y finalmente, el campo de batalla, el asalto al acantilado donde se atrincheran los japoneses, denominado “Hacksow Ridge”, un infierno filmado de forma sublime por el realismo asombroso que desprende, entre hombres destrozados en llamas y alaridos de dolor, atroz y sobrecogedor con un impresionante prólogo que nos sitúa en su contexto, un aterrador caos de sangre, fuego, metralla, vísceras y muerte. “En tiempos paz son los hijos quienes entierran a sus padres, en tiempos de guerra son los padres quienes entierran a sus hijos”, comenta uno de los personajes de este maravilloso film antimilitarista.

Es la otra cara del idealismo y el dogma, como la fordiana escena del cementerio que nos presenta al padre de Desmond recordando a sus amigos de armas muertos en combate, es la tragedia de un hombre huraño y roto por las secuelas de la Gran Guerra y el alcohol que lo han convertido en un maltratador. Pero que no quiere tener que enterrar también a sus hijos que se han alistado sin consultárselo. Es posible que muchos esperaran una patriótica americanada como suelen descalificar a cualquier film que no ponga a parir a los yanquis por imperialistas. Gibson con su maestría cinematográfica, filma un ejemplo de heroísmo desinteresado en un mundo donde abundan los presuntuosos y mezquinos que buscan la popularidad a cualquier precio, sería maravilloso encontrarnos con muchos tipos como Desmond, una vez más, el cineasta y actor australiano, doblega los prejuicios execrables de sus detractores.
Antonio Morales
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