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Voto de Antonio Morales:
10
Cine negro. Drama Joe Gillis es un joven escritor de segunda fila que, acosado por sus acreedores, se refugia casualmente en la mansión de Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, que vive fuera de la realidad, acompañada únicamente de su fiel criado Max. A partir de ese momento, la actriz pretende que Joe corrija un guion que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine. (FILMAFFINITY)
9 de octubre de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
He vuelto a verla por enésima vez, con la vaga esperanza que Joe Gillis no me relatara en un original flashback su amarga existencia, que vendiera su mediocre guión para pagar el plazo de su coche, deseando que no pinchase la rueda de su vehículo mientras le persiguen sus acreedores, y que jamás se hubiera refugiado en aquella mansión detenida en el tiempo, pero no ha sido posible, he vuelto a vivir junto a él, la angustia y la desesperanza, el verse empujado por el destino sin remisión, como si una fuerza centrífuga le absorbiera hacia un laberinto sin salida.

Norma Desmond (maravillosa Gloria Swanson, creando un personaje patético), una reliquia del cine mudo que habita en esa casa agobiante y sobrecargada, en un fantasmagórico mausoleo dedicado al recuerdo de su propia figura, se enamora de Joe Gillis (excelente William Holden), un joven guionista sin inspiración y acuciado por las deudas. El pesimismo de este film, y la eficacia para transmitir su discurso, gracias a un soberbio guión, lo convierten en un hecho único en el cine de Hollywood. Los paralelismos entre las identidades de muchos de los protagonistas están tan cerca de la realidad que no es posible eludir su sinceridad. Hay momentos en que ficción y realidad se mezclan de forma sutil. Como cuando la Swanson interpreta un pasaje de la “Reina Kelly” que ella interpretó treinta años antes en la vida real, dirigida por Erich von Stroheim, al que en la ficción le corresponde el papel de chófer y mayordomo de la estrella.

Posiblemente Hollywood no tratara mejor a Stroheim de lo que lo hace en el film la Desmond, por lo que la metáfora, aunque sea evidente, no deja de ser magnífica. En breves cameos hay sitio para Buster Keaton, Cecil B. de Mille y otras glorias del cine mudo, todos ellos interpretándose a sí mismos, y formando parte de una galería de figuras de cera. Es evidente la feroz diatriba de Wilder contra el nuevo sistema de aquella industria. Extrañamente “El crepúsculo de los dioses” no hizo que nadie de Hollywood se sintiera aludido, la mirada mordaz de Wilder fue recibida con elogios sin paliativos y en la noche de los Oscar se alzó con tres premios (uno de ellos, el mejor guión original), y los habría ganado todos si aquel año no hubiera estado en competencia con otra obra maestra: “Eva al desnudo” de Mankiewicz.

La película de Wilder es sórdida, oscura y asfixiante, por encima de sus protagonistas se extiende una sombra permanente de desesperanza. Norma Desmond habita en un mundo arcaico y rancio en el que sus retratos de juventud ejercen el patético contraste con la realidad es, no debemos olvidarlo, una fábula sobre el paso del tiempo, sobre el olvido y la derrota, sobre la enajenación. Una historia ácida y sincera narrada sin fisura, con mano maestra, la ambientación, la música, la fotografía y los decorados son espléndidos. Es un film tan bien planteado y resuelto que no deja lugar para descubrimientos personales. Creo que todos estamos de acuerdo sobre su sentido, la decadencia, su brillo enfermizo de su universo barroco, su obsesión por la muerte y la palabra. Una autentica obra maestra.
Antonio Morales
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