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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Durante un hermoso verano, un escritor, siempre demasiado ocupado y de temperamento frío y distante, va a pasar unos días con sus hijos, un adolescente y una joven con problemas mentales, que está casada con un médico que la cuida con gran ternura. Su estancia en la isla donde viven sus hijos desencadena una crisis que los afecta a todos, pero especialmente a él, porque toma conciencia de su incapacidad para darle a su familia lo que espera de él. (FILMAFFINITY) [+]
2 de febrero de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cuatro personajes de esta película sugieren pensar en un cuarteto de cámara. Las escasas intervenciones sonoras de la música se apoyan sobre la profunda e insondable “Suite nº 2 en re menor para Violonchelo” de Johan Sebastian Bach. Diríase que el film está concebido y ejecutado como una obra de cámara (por ejemplo para chelo, piano y dos violines), en la que el escritor atormentado David (Gunnar Björnstrand) sería el chelo, el inquieto yerno, Martin (Max Von Sydow) el piano, y los hermanos Karin (Harriet Anderson) y Fredrick (Lars Passgard) los dos violines, encargados de provocar la respuesta de las sonoridades graves del chelo o de despertar la necesidad de las intervenciones íntimas del piano.

El escenario donde tiene lugar el concierto es en un gran caserón, situado en medio de ninguna parte, en una isla escarpada y salvaje que responde al nombre de Farö, muy estimada y recurrente por el cineasta. Allí están reunidos los personajes, David, el padre, más interesado por su obra artística que por sus obligaciones paternas; su hijo Fredrick inquieto e impulsivo, que desea una comunicación que el padre rehúye; su hija Karin, una enferma mental incurable que no encuentra apoyo real en ninguno de los tres hombres que la rodean, el cuarto personaje es Martin, preocupado por la enfermedad de su esposa.

Con frecuencia se comete el error de conceder a Karin el protagonismo exclusivo del film (tal vez porque su conflicto es el más evidente y doloroso físicamente), su esquizofrenia le lleva a sentirse poseída por un ser superior y maligno; pero la falta de apoyo humano no es una exclusiva del personaje femenino: es la misma carencia que padecen los tres personajes masculinos, la incomunicación. Según escribió el cineasta en sus memorias, las inquietudes de David, son autobiográficas de Bergman durante una estancia en Suiza. Pero hay otro elemento que vincula al film con un cierto aire de terror, pues lo puede provocar un Dios visto como un ser destructor y monstruoso, quizá influido por la falta de fe del propio Bergman

Profundamente pesimista, grave, sombría, escueta “Como en un espejo”, que ganó el Oscar ese año 1961 a la mejor película de habla no inglesa o extranjera, propone un nuevo ejercicio de estilo, una puesta en escena fatigosa, un extraño jeroglífico por resolver, es el primero de una trilogía que abarcaría igualmente a “Los comulgantes” (1962) y “El silencio” (1963): de la esperanza a la ausencia de Dios. Tres de los grandes films rodados por Bergman durante los años sesenta.
Antonio Morales
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