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Voto de Antonio Morales:
8
Western Wyatt Earp, el sheriff de Dodge City, se encuentra de nuevo con John "Doc" Holliday, un jugador borracho y tuberculoso a quien salvó la vida en una ocasión. Juntos tendrán que enfrentarse a la banda de los Clanton, una poderosa familia que tiene atemorizado a todo el pueblo. (FILMAFFINITY)
24 de noviembre de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A John Sturges (1911-1992), la posteridad no le ha tratado con el respeto que merece, pues su reconocimiento ha sido injusto y miope con su obra (recomiendo echar un vistazo a su filmografía). Su pretensión de ser a la vez autor con un estilo bien definido y un profesional del cine de evasión, se juzgó contradictoria por la crítica progre. Y como canonizar a un autor es mucho más comprometido y arriesgado para la citada posteridad que hacerlo con un buen artesano, la personalidad fílmica de Sturges ha sido etiquetada con la segunda opción. Por otra parte, como demuestran sus westerns: “Fort Bravo”, “El sexto fugitivo”, “Desafío en la ciudad muerta”, “El último tren a Gun Hill” o “Los siete magníficos”, entre otros, el cineasta no aceptó jamás las reglas de la crítica moderna, pues según esta progresía, no tenía la calidad de un autor.

No obstante, este western está muy elaborado formalmente, sobre un mito cruel, rico en claroscuros épicos y morales: el tiroteo de OK Corral. Las diferencias entre el Wyatt Earp de Sturges y el de John Ford “Pasión de los fuertes”, es obvia, pues si el segundo acaba demostrándole a Doc Holliday quien manda con el revólver, el primero no tiene necesidad de ello en ningún momento. Mientras que el personaje de Ford responde a una idealización de carácter romántico, reacio a usar las armas (Henry Fonda) pese a su destreza con ellas, el de Sturges, más escéptico y severo (Burt Lancaster) no responde al prototipo de gran tirador ni rápido, más bien de alguien con el coraje suficiente para dar la cara. Ambos, empero, se muestran imperturbables, aunque en el caso del Earp de Sturges, la muerte de su hermano pequeño le determine a enfrentarse con los Clanton.

La ley y la familia, en “Duelo de titanes”, son los dos vínculos que atan a Wyatt Earp (Burt Lancaster) a esa muerte que le persigue, de la cual pretende huir. Cuando ha cumplido con las dos, no demora su marcha, y la liberación del personaje es doble. El desencanto con el ejercicio de la ley, defenderla y representarla, marca el tono del film ya al principio, cuando el sheriff de Fort Griffith le dice a Wyatt amargamente: “He sido sheriff durante 25 años, arriesgando mi vida y qué he ganado con ello…, vivir en una mísera casa de huéspedes, algún día pensarás como yo, es algo que nos pasa a todos”. No es difícil intuir su cansancio e inseguridad, puestos de manifiesto al pedirle ayuda a Doc Holliday (Kirk Douglas) poco antes del duelo final, sin importarle su mala fama de pendenciero y jugador de póker. Acude a él porque no tiene, salvo sus hermanos, a nadie; está solo y su soledad le obliga a aceptar con bastante cinismo la ayuda de un retador a la ley, alcohólico y tuberculoso, si bien Wyatt ya le salvó de morir en un par de ocasiones.

Extraordinario trabajo de Lancaster y Douglas, son dos monstruos que hipnotizan con su magnetismo, sus diálogos son lacónicos, de leyenda, sin olvidar la gran actuación de las féminas en sus papeles, Jo Van Fleet, con un amor autodestructivo con Doc Holliday, y la pelirroja Rhonda Fleming con su carácter indómito ante Wyatt. La fotografía de Charles Lang es asombrosa, Sturges maneja muy bien la puesta en escena y los encuadres. Con una suntuosa ambientación en tecnicolor y Vistavisión y la música del legendario Dimitri Tiomkin con su famosa balada de Ok, corral, un extraordinario western clásico.
Antonio Morales
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