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Voto de Antonio Morales:
9
Drama El victorioso general Julio César se ve obligado a visitar Egipto para evitar la guerra civil provocada por la falta de entendimiento entre Cleopatra y su hermano Tolomeo, que comparten el poder en Egipto. César, cautivado por la inteligencia y belleza de la joven, la proclama reina indiscutible de Egipto, y tras el nacimiento de su hijo, Cesarión, la convierte en su esposa. (FILMAFFINITY)
21 de mayo de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer director de Cleopatra fue Rouben Mamoulian, quien llegó a dirigir algunas escenas, antes de que los productores se percatasen de un error descomunal: habían reconstruido las cálidas tierras egipcias en pleno invierno inglés, esto, unido a las legendarias enfermedades (meningitis, neumonía) de la protagonista, Liz Taylor, provocó tal pérdida de días de rodaje que se convirtió en el film más caro de la Historia aún antes de que existiera una secuencia entera. Cuando la Fox decidió llevarse los gigantescos decorados a los estudios romanos de Cinecittá, se apearon del proyecto los protagonistas masculinos Stephen Boyd (Marco Antonio) y Peter Finch (Julio César). Fueron sustituidos por Richard Burton y Rex Harrison. En cuanto a Mamoulian, la Taylor presionó para sustituirlo por Mankiewicz que había trabajado antes con la diva en “Suddenly last summer”, quien decidió llevar la obra a su terreno, un retrato intimista de la reina de Egipto, basando el guión en escritos de Plutarco, Shakespeare y Bernard Show, pese a que la productora dejó bien claro que quería una superproducción en toda regla.

Esta disparidad de criterios convierte a Cleopatra en una suntuosa paradoja. Mankiewicz pretende realizar un retrato serio y riguroso de la reina y su circunstancia; por otro lado, los magnates de la Fox imponen las exigencias de colosalismo a ultranza típicas del género: por lo menos una secuencia concreta y famosa, la entrada de Cleopatra en Roma, cumple la vieja máxima del “péplum”, dar al espectador un espectáculo descomunal. Posterirmente hemos sabido que con las dos partes, separadas por el intermedio reglamentario, Mankiewicz pretendía haber montado dos películas de tres horas cada una: la primera (César y Cleopatra) y la segunda (Marco Antonio y Cleopatra). La magnitud del proyecto explica que aparezcan en el mercado del coleccionismo fotos de escenas rodadas pero jamás montadas, escenas que, lamentablemente ya no ha sido posible localizar para la restauración más reciente de 243 minutos.

El director propone una visión de Cleopatra como mujer de Estado que utiliza sus atributos femeninos para conseguir sus propósitos, del mismo modo que lo es su condición de madre, se potencia la figura de Cesarión hijo de Julio César y supuesto heredero. Según afirma la historia, Cleopatra no era bella pero sí agradable, políglota, hábil e inteligente, Bernard show escribió: era tan ambiciosa como su larga nariz; Shakespeare la denominó “La serpiente del Nilo”. Mankiewicz extrae lo mejor de los actores, con unos diálogos soberbios en la continuidad de su estilo, desde la penetración psicológica. El cineasta consiguió el equilibrio entre la épica y el intimismo, aunque él se lamentaba, que nunca hizo la Cleopatra que quiso y siempre repudió la que “hicieron”, pues fue castrada en gran parte por el magnate Darryl F. Zanuck de la Fox.

Con todo, el resultado, y sobre todo la última restauración de cuatro horas que hoy conocemos, es un coloso del cine que aúna al mismo tiempo el gran espectáculo con una lúcida reflexión sobre la historia, sobre el poder y las pasiones amorosas. Fastuosa la dirección artística, el vestuario, espléndida la fotografía de Leon Shamroy (en Tood-Ao y Color “de luxe”), magistral la partitura de Alex North y del todo punto perfecto el trío protagonista, con una Liz Taylor que de la mano del director alcanzó sus mejores momentos. Un film legendario e imperecedero.
Antonio Morales
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