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Voto de Antonio Morales:
8
Drama. Romance Rafael es un carnicero estéril que lleva una vida triste y solitaria. Un día auxilia a Marina, una muchacha tuerta a la que su novio estaba apaleando. Además, la aloja en su casa, aun sabiendo que está embarazada. Muy pronto, ambos se plantean cumplir un sueño que hasta entonces les parecía imposible: formar una familia. (FILMAFFINITY)
8 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El material dramático de partida fue desechado de aquella famosa serie de crónica negra, para la televisión producida por Pedro Costa, que se denominó “La huella del crimen”, una serie de relatos basados en hechos reales. Ese argumento fue enriquecido con un estupendo guión del propio director Ricardo Franco y Ángeles González Sinde, que construyen una emotiva historia de tres personajes heridos y vulnerables, viviendo al límite, condenados a la soledad y luchando para mantenerse en pie. Una pudorosa crónica sobre el desamparo, cargada de ternura y de solidaridad con sus desvalidos protagonistas, con la esperanza de encontrar la buena estrella.

Un drama articulado sobre un maduro carnicero de barrio (un magistral Antonio Resines), Rafael es un hombre solitario y bonachón que una madrugada, rescata a Marina (Maribel Verdú) de la calle donde un tipo la está apaleando, se trata de Daniel (Jordi Mollá), delincuente habitual, criado en orfanatos e incapaz de escapar de la marginalidad, Marina es la chica enamorada de éste rufián que encuentra en el carnicero la posibilidad de reconstruir su vida, o al menos un simulacro de normalidad. Esta frágil apariencia en forma de plácida familia se verá truncada, cuando Daniel abandona la cárcel, donde estaba recluido para presentarse en casa de la pareja perturbando la apacible vida de Rafael y Marina.

El cineasta elige desde el principio el terreno más resbaladizo de la ternura, optando por explorar la nobleza que alimenta los sentimientos de sus personajes. Filma las situaciones tratando de comprender las razones de cada uno para comportarse como lo hacen. Una situación de amor triangular que parece un refugio al desamparo, una oportunidad para la convivencia antes que una apuesta amorosa. Lo mejor de sus perfiles se halla, precisamente, en este estrecho filo de la navaja por el que se mueve la puesta en escena de Ricardo Franco; es decir, en la capacidad de sus imágenes para dotar de entidad, credibilidad y sustrato emocional a unos seres que se mueven, durante toda la película, al borde del precipicio emocional por el que nunca llegan a despeñarse.

Un claro ejemplo que desmiente que en España no se hace un cine de calidad, que nada tiene que envidiar a otras filmografías. La película fue el espaldarazo definitivo a la carrera de Ricardo Franco, gran cineasta, mucho mejor de lo que la mayoría de espectadores cree. Como bien afirmaba el malogrado director era: “una película muy romántica sobre historias prosaicas”. Una película atemporal que te sigue apasionando como en su estreno y triunfo en los Goya de aquel año.
Antonio Morales
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